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Actualizado: 18 de julio de 2025
Dijéranlo, si no, sus compañeras de glorias y fatigas mundanas, Sagrario y Leticia: más invernizas y deshojadas que ella iban poniéndose, miradas a buena luz, y aún triunfaban y lucían y se consideraban a lo mejor del camino, soñando, porque volvían la espalda al invierno que las espantaba, que corrían hacia la primavera.
¿Pero qué está usted diciendo... señora?... No, yo no digo nada. Me repugnaría, puedes creerlo, manejar esos fondos. ¿Pero qué fondos, ni qué...? Usted está soñando. Vaya... si pretenderás que me trague yo esa rueda de molino más grande que esta casa. ¡Si me querrás hacer creer que no te da...! ¡A mí!
Los tunantes van a salirse con la suya. La música continuaba sonando y se reanudó el desfile de los brazos arremangados ante el grupo de blusas blancas. Ojeda estaba impresionado por la escena anterior.
Y el pobre pescador inofensivo, con su mirada pura y llena de candor, apareció soñando siempre en perpetrar toda clase de atrocidades posibles.
En otro más numeroso, de ambos sexos, hacia el medio, se bailaba al uso del país, sonando las castañetas con las mudanzas peculiares de aquella región. Aquel baile duraba cinco o seis horas sin reposo alguno. Se sudaba copiosamente, ¡pero cansarse! los hombres alguna vez, las mujeres nunca.
Y si no los había, ni podía encontrarla, valía más dormir eternamente dentro de la caja del cementerio, que andar soñando aquí abajo, como sonámbulo. Cogió el revólver y lo examinó, hizo jugar el gatillo, colocó las balas diminutas, y delante del espejo, como aquel suicida célebre, se paró, acercando la boca del arma a la sien...
El pólipo no se resigna á quedarse pólipo: existe en vuestra república tal ó cual ser inquieto que afirma que la perfección de esa vida vegetativa no es vida, soñando otra mejor: irse y navegar solo, ver lo desconocido, el dilatado mundo, crearse, exponiéndose á naufragar, algo que va á despuntar en él y permanece obscuro entre vosotros: El alma. Hija de los mares.
Era cerca de media noche. Los pasajeros más corteses iban saludando a las señoras que habían intervenido en el concierto, sonando en su coro de alabanzas los más estupendos embustes. Todas ellas aceptaban sin pestañear la afirmación de que en caso de pobreza podían ganarse la vida con su talento musical. Mrs.
Quise gritar, pero tuve miedo... La idea de que despertase doña María en aquel instante me hacía temblar... Se fueron muy despacito, y cuando me quedé sola... ¡Ay! La insensatez de esa muchacha, a quien todos tienen por santa, me enardecía la sangre. Lord Gray la ha engañado; lord Gray la abandonará... Vamos, vamos pronto. ¡Me parece que estoy soñando!
Es tarde... Acaso estoy soñando ya. Debo irme a acostar... Mañana desaparecerá la alucinación. Efectivamente, era ya entrada la noche, pues en una habitación vecina el reloj dio la una. Hizo entonces el joven un esfuerzo para levantarse, aunque sin conseguirlo, saludando al retrato, entre burlón y respetuoso: De todos modos, don Fernando, os agradezco en el fondo de mi alma vuestra bendición.
Palabra del Dia
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