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Habia un gran presagio sucedido, Que oyeron por los aires tintinando De cajas y atambores gran ruido, Que en concertado son iban sonando. Cometas por el cielo han parecido, Que acá y allá contino andan errando: El aire obscurecido y tenebroso, Promete fin horrible y espantoso.

No, no era posible. Uno de los dos términos de este contraste debía ser forzosamente falso. Se detuvo el automóvil: había llegado á la avenida Víctor Hugo... Creyó seguir soñando. ¿Realmente estaba en su casa?... El majestuoso portero le saludó asombrado, no pudiendo explicarse su aspecto de miseria. ¡Ah, señor!... ¿De dónde venía el señor? Del infierno murmuró don Marcelo.

Lo que es éste no cogerá el trabuco, aunque lleguen a levantarse las partidas con que anda soñando el jabalí del abad de Boán.

Yo desprecio su sentencia, y en tus caricias y en tu amor soñando, sólo que me arrastras en pos tuyo, sólo que eres bella y que te amo. Nacida bajo el sol de Andalucía, bella, jóven, discreta... ¡Dios mio! ¡Cuántas cosas te diria si fuese yo poeta! Y áun sin serlo, mirándome en tus ojos, de inspiracion venero, á Byron y Petrarca diera enojos... si estuviera soltero.

Tal vez había viajado él muchas veces en estos mismos vehículos, despintados, aviejados por veinte días de actividad intensa, con las planchas abolladas, los hierros torcidos, sonando á desvencijamiento y perforados como cribas.

Cuando llegó á la antecámara de audiencias, cesó en sus cabriolas, se detuvo un momento en la puerta sonando sus cascabeles, como para llamar la atención de todo el mundo, y luego, con la mano en la cadera, la cabeza alta y la mirada desdeñosa, que parecía no querer ver á nadie, atravesó con paso lento, marcado y pretencioso, la antecámara. Todos los que le conocían en la corte se echaron á reir.

Carmen descansaba en regalada quietud, tal vez soñando con el Dios bienhechor y piadoso de las almas buenas, y Salvador, inflamado de anhelos, saboreaba la inmensa felicidad de luchar y de sufrir con la esperanza en los brazos.

Te estorbaba el chico, por ser hijo de quien es. ¡Yo! gritó doña Manuela poniéndose en pie, con llamaradas en los ojos y la majestuosa nariz agitada por la indignación. Aquel momento de silencio pareció una larga amenaza. El ronquido angustioso del enfermo seguía sonando, cada vez más desgarrador. , mujer, . No te pongas tan soberbia, que no has de comerme.

Es verdad, sobre todo los domingos, en que viene tanta gente repuso la vecina con voz suave, dulcísima, como las notas de una flauta sonando en un bosque de laureles y mirtos. ¡Eso es! se apresuró a exclamar Mario, vivamente impresionado por esta profunda observación.

Iba saltando por él un arroyuelo y sonando al chocar en las piedras. El arroyuelo, al llegar a sitio llano y más hondo, se dilataba en remanso circundado de espadaña y de verdes juncos.