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Jamás había hecho tanta sensación ella, la viudita, con el vestido más escandaloso, como Ana con su hábito y su beatería. «¡Qué atrasado, pero qué atrasado estaba aquel miserable lugarón!». Entretanto Ana recobraba el apetito, la salud volvía a borbotones. Tenía sueños castos, tales se le antojaban, sin sujeto humano, como decía Ripamilán, pero dulces, suaves.

Narciso en lindeza, Aquiles en valentía, en música un Orfeo. Y qué recato para penar, qué constancia en el querer. A mi fe, señora, que si él no consigue hablaros una vez tan sólo, una de estas noches, mataréis con vuestro rigor al galán más gentil que jamás vieron los ojos. Eso no podría ser sin daño para mi honra repuso brusca y nerviosa Beatriz.

Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?

Ilang-ilang de los huertos filipinos a que el alma de mis cánticos se abraza; el árbol de verdores matutinos que perfume las tristezas de mi raza. Septiembre, 1909. Quedó sin nada en la mesa la inmaculada cuartilla, y yo me en pensar hondo pidiendo una maravilla a la luz chisporroteante de una candela amarilla de pena... Quedó sin nada la inmaculada cuartilla.

Otros muchos ejemplos de su sagacidad sin duda se sucederían, que desgraciadamente descansan en las relaciones de amigos interesados. No carecían muchos de cierto tinte supersticioso. Por ejemplo. Un día León llegó en un estado de excitación verdaderamente extraordinario.

Pepita y Luis siguen el opuesto parecer y yo los aplaudo con toda el alma. Todo lo van mejorando y hermoseando para hacer de este retiro su edén. No imagines, sin embargo, que la afición de Luis y Pepita al bienestar material haya entibiado en ellos en lo más mínimo el sentimiento religioso.

En vano advierto el espíritu, alarmado por la emoción intensa, que la memoria despierta en el corazón ofuscando el juicio; en vano advierte que la historia inglesa no es sino el desenvolvimiento del egoísmo inglés, que esas libertades públicas, tan caramente conquistadas, eran sólo para el pueblo inglés, que por siglos enteros vivieron amuralladas en la isla británica, sin influencia ninguna sobre los destinos de la Europa y del mundo.

Asi, pues, admitiendo la veracidad de los historiadores árabes citados, y por consiguiente la probabilidad de que los Sarracenos conquistadores de Córdoba siguiesen el precepto recomendado por el célebre conquistador de la Siria Omar el Farruck y dividiesen con los Cristianos el principal de sus templos, sin contradecir en lo mínimo el relato mas fidedigno de nuestros escritores, antes bien completándolo en la parte que ellos dejan intacta por falta de documentos, podemos establecer: que la basílica catedral de Córdoba, fundada por los Godos sobre la planta de un templo pagano, sirvió, dividida en dos mitades, por espacio de unos setenta años á los dos cultos cristiano y mahometano; que Abde-r-rahman I compró á los Cristianos su parte, como afirma Ar-razi; y que la nueva iglesia que ellos entonces obtuvieron permiso de erigir para el culto cristiano esclusivamente, segun el mismo historiador árabe refiere, no fué otra que esa misma basílica de los tres mártires Fausto, Januario y Marcial, de fundacion hasta ahora nunca determinada, y que sirvió de catedral á los Cristianos Cordobeses todo el tiempo que duró el Califato y aun despues hasta el dia de la reconquista.

15 sus pies son ligeros a derramar sangre; 17 y camino de paz no conocieron: 18 no hay temor de Dios delante de sus ojos. 21 Pero ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia, digo, de Dios por la fe de Jesús el Cristo, para todos y sobre todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

Y volvieron á manejar las disciplinas tan vigorosamente como antes, sin atender á las palabras y súplicas de los desconocidos, quienes renunciaron á seguir contemplando aquel triste cuadro ya que no podían impedirlo, y se pusieron apresuradamente en camino. ¡Por vida de los babiecas estos! exclamó Simón.