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Actualizado: 14 de junio de 2025
Te desesperas, y el Cielo te ha acordado la dicha más grande que puede pretender una mujer. Renacerás por tu hijo; tu vida sacará de su juventud un nuevo vigor. Un relámpago pasó por sus ojos; luego se dejó caer suavemente y cerró los párpados, sonriéndose. Sólo el sentimiento de la maternidad podía dar alas a su esperanza. Abrió la boca una vez más y murmuró algunas sílabas.
Le faltaba la compañía de los de su edad y era inútil que se le quisiera enseñar a jugar. Hay niños de dos años que ya saben decirlo todo; él apenas si pronunciaba cinco o seis palabras de dos sílabas. Don Diego lo adoraba tal como era: un padre es siempre un padre; pero él tenía miedo a don Diego. Decía mamá a la vieja condesa, pero no la besaba sin llorar muchas veces.
Este punto es el filológico: el lenguaje y el estilo de la cordobesa. Tiene además notable propensión a corroborar las palabras con sílabas fuertes antepuestas. Cuando no se satisface con llamar tunante a cualquiera, le llama retunante; y no bastándole con Dios, exclama: ¡Redios!
Dios te la conserve, hija mía, Dios te la conserve repuso la señora con acento de ternura mirándola fijamente. Hubo unos instantes de silencio. ¿Sabes lo que me han dicho? se atrevió a pronunciar después. Y su voz salió tan apagada que las últimas sílabas casi no se oyeron. Clementina, que se disponía a continuar la lectura, levantó la cabeza.
El Magistral de pies, en el umbral de una puerta, con una colgadura de terciopelo cogida y arrugada por su blanca mano, se inclinaba con gracia, sonreía, y movía la cabeza pequeña y bien torneada diciendo: no con el gesto... con cierta coquetería epicena. ¡Anda, papá! sujétale decía Olvido con voz suplicante, arrastrando las sílabas que parecían salir de la nariz. Imposible.
Y sus nervios, que habían empezado a calmarse, luchaban con la sedación. De repente se movía, como si saltara algo en él y pronunciaba algunas sílabas. Pero la sedación vencía, y al fin se quedó profundamente dormido. A media noche pudo Jacinta con no poco trabajo llevarle hasta la cama y acostarle.
Laura siguió bajando. Pero cuando ya se dirigía a su habitación, donde hubiera sorprendido a las lectoras de su diario, oyó sonar el timbre de la puerta de calle. Entró Julio. No cambió la mirada de Laura. ¿Quiere subir ya? Algo enferma está hoy abuelita. ¿Por qué tantos días sin venir? Y su voz, arrastrando ligeramente las sílabas, tenía un dejo resignado, manso. Se sentaron.
¡No haber estado en Tartaria! exclamé con desdén. ¿A lo menos conoceréis a Nasr-Ullah-Bahadin-Kham-Melia-el-Munemim-Bird-Bhic-Blor y el diablo a cuatro? Añadí algunas sílabas de mi cosecha al nombre de Nasr-Ullah, para hacer mayor efecto, pensando que la sombra de ese buen hombre no saldría de la tumba a echármelo en cara.
La lectura la cansaba también y la aburría soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía. Arrojaba con desprecio el libro o periódico, diciendo que ya no estaba la Magdalena para tafetanes.
«¡Diez mil reales! murmuró Rosalía mirando al suelo y contando las sílabas como si fueran monedas . Con la quinta parte tendría yo bastante». Diga usted; D. Francisco... indicó Milagros con animación, dando a entender que el bendito Bringas debía de tener ahorros. ¡Cállese usted por Dios! Si mi marido supiera... replicó la otra aterrorizada . Estas cosas le sacan de quicio. ¿Y Cándida?...
Palabra del Dia
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