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Actualizado: 14 de junio de 2025


El movimiento alternado de las sílabas largas y breves ó vice-versa, y la combinacion armoniosa de los pies ó compases, era lo que producía la diversidad de metros, la cual fué prodijiosa entre los Griegos y Romanos.

No las tendrás; vete. ¿Por qué no las pides a Sofía? Y parecía que Melisa se desahogaba al expresar su desprecio por sílabas adicionales al título ya algo dilatado de su tentadora compañera. ¡Eres muy malo! Tengo hambre, Melisita. Desde ayer a la hora de comer no he probado bocado. ¡Estoy muerto de hambre!

«El verso de ocho sílabas es el propio y natural de España, en cuya lengua se halla más antiguo que en alguna otra de las vulgares, y así en ella solamente tiene toda la gracia, lindeza y agudeza que es más propia del ingenio españolArgote de Molina, Discurso sobre la poesía castellana.

«Y el... padre de mi... hijo que... muy pronto... no tendrá tampoco... madre... Las sílabas implacables se desarrollaban ante sus ojos turbados con su movimiento automático y continuo. Pero no, se engañaba.

, dijo el rey, á quien parecían atragantársele las palabras, según se le enredaban las letras y aun las sílabas ; doña Clara, en efecto, vale mucho... ha podido suceder que personas ilustres hayan tenido... puede ser que... hayan caído en una tentación disculpable... porque... puede... ... pero en fin... ¿y qué prenda era la que don Rodrigo suponía haber recibido de doña Clara? añadió el rey, saliendo bruscamente del discurso en que se había embrollado, porque le acusaba la conciencia.

El joven hizo gestos de asombro y contestó con una voz lenta y algo torpe, que estropeaba las sílabas, dándolas una pronunciación extranjera: ¡Tanto tiempo!... ¿No nos hemos visto esta mañana? Ella remedó su acento al repetir sus palabras: ¡Tanto tiempo!... Y aunque así sea, gringo desagradecido, ¿le parece á usted poca cosa no haberse visto desde esta mañana?

Muchos iban allá llamados y aconsejados por otros compatriotas que les habían precedido... Pero ¿y los que marchaban a la ventura, faltos de amistades, sin conocer el idioma, sabiendo únicamente repetir con enfermiza tenacidad: «Buenos Aires... Buenos Aires...»? ¿Quién les había enseñado el nombre? ¿Qué encanto el de estas sílabas, que hacían avanzar a las lejanas muchedumbres, confiándose al gesto bueno o malo del destino?...

Fue de suerte, que al bajarse en Irún y oír las primeras sílabas pronunciadas en idioma extraño, Lucía murmuró como con pena: ¿Pero qué? ¿Hemos llegado ya? A Francia, casi respondió Artegui ; pero aún nos falta un trecho regular hasta Bayona. Aquí se registran los equipajes: es la aduana de Irún.

La señora llamó a su doncella. Su voz sonora, pastosa, vibrante, lanzó unas palabras de las que apenas pudo Rafael alcanzar las principales sílabas. El rumoroso silencio de la altura pareció plegarlas y confundirlas; pero el joven estaba seguro de que no había hablado en español. Era sin duda una extranjera...

Quan grande haya sido la industria de los antiguos, que fixaron las letras, las unieron para formar ciertas sílabas, y determinaron los vocablos á significar ciertas nociones mentales, de modo que profiriendo un hombre un vocablo se excitase en el que lo oía la misma nocion y pensamiento que intentaba manifestar el que hablaba, se dexa á la consideracion de los que meditando en lo interior de las cosas, alcanzan el valor de ellas.

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