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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Todos convinieron en lo que decia, y separó 350 españoles, á los que ofreció, si iban con él, juntarles indios y cuidarles de vestidos, caballos y lo demas necesario. Alegres todos, admitieron la oferta: llamó á los Cários, y preguntóles si querian ir con él 2,000? Y al punto se ofrecieron á servirle como estaban obligados.
Recibióle Andronico con semblante alegre, pero con ocultos temores y sospechas, porque los Catalanes se aumentaban, no solo en reputacion, pero con nuevos suplementos de gente. Y aunque Andronico procuró con particular instancia, que Berenguer viniese á servirle, fué antes que los Catalanes alcanzasen tantas victorias de los Turcos.
Por Dios, señorita, no me responda que no.... ¡Si lo estoy viendo! Señorita Marcelina.... ¡Válgame mi patrono San Julián! ¡Que no he de poder yo servirle de algo, prestarle ayuda o consuelo! Soy una persona humilde, inútil; pero con la intención, señorita, soy grande como una montaña. ¡Quisiera, se lo digo con el corazón, que me mandase, que me mandase!
Por fin, al ponerse en marcha la gente en el corral, y teniendo entre las suyas el hidalgo una mano de don Simón, dijo al segundo el primero: Crea usted, amigo y señor mío, que mi satisfacción hubiera sido cumplida, si al honor que recibo hospedándole en mi casa, pudiera añadir el placer de servirle en cuanto desea.
Tenía ya el pie en la primera grada de la escalera del sollado, cuando el gitano, que se había hundido en el diván, le gritó: Blasillo, bebamos, hijo mío, y hablemos de la monja y del escalo del convento de Santa Magdalena. ¡Beber... hablar!... ¿en este momento? preguntó Blasillo, confundido, abandonando el cordón de seda rojo que iba a servirle para subir la escalera.
Con la seguridad de hacerlo mal, pero con el propósito firme de servirle a usted fielmente, allá va, a la buena de Dios, la pintura que me encomienda; y «si sale con barbas, san Antón...»
Puedes excusarte diciendo que no has recibido la carta, observó la esposa. 115 Dices bien. Y, en efecto, nuestro hombre tomó la pluma y escribió lo siguiente: Señor don Cándido: siento infinito no poder servirle; pero no he recibido la carta en que me pidió los mil reales que 120 desea. Suyo, etc. Un hombre muy rico envió por un médico para curarle de su enfermedad, que era pura aprensión.
El entraba en quinta dentro de unos meses. Podía el emperador arreglar sus asuntos como mejor le pareciese. Desnoyers renunciaba al honor de servirle. Vaciló un poco al acordarse de su madre. Pero sus parientes del campo no la abandonarían y él tenía el propósito de trabajar mucho para enviarle dinero. ¡Quién sabe si le esperaba la riqueza al otro lado del mar!... ¡Adiós, Francia!
Ahora, para el caso de Adriana, su extrañeza y su perplejidad eran producidas por la precipitación con que iba a realizarse el matrimonio. No hallaba, en su experiencia, un hecho análogo que pudiera servirle como elemento de juicio. ¿Dónde está Adriana? preguntó. De un momento a otro la verás, está por salir con Raquel, para la confesión. Ambas, en efecto, aparecieron.
Hable usted con tres amigos en una mesa de café: no tardará mucho en arrimarse alguno que nadie del corro conozca, y con toda franqueza meterá su baza en la conversación. Vaya usted a comer a una fonda, y cuente usted con el mozo que ha de servirle como pudiera usted contar con un comensal.
Palabra del Dia
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