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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Lloraba Sancho la muerte de su señor, que aquella vez sin duda creía que llegaba en las garras de los leones; maldecía su ventura, y llamaba menguada la hora en que le vino al pensamiento volver a servirle; pero no por llorar y lamentarse dejaba de aporrear al rucio para que se alejase del carro.

La joven se resistió algún tiempo, y al fin, viéndole triste, se prestó a servirle de modelo. Consideraba aquella afición de su marido como un capricho, una manía; pero pensando, como mujer sensata, que esta distracción podía librarle de otras más peligrosas, no se oponía resueltamente a ella. ¡Qué niño eres, Mario! En efecto, pocos o ninguno lo serían tanto a su edad.

¡Qué pequeños y miserables conceptuaba, comparados con él, al estudiante de primer año que debía servirle de amanuense y que era un comprovinciano suyo y al gallego Manuel que le servía de mandadero! Ambos no le llamaban sino el doctor, como obligaban las tablillas que tenía a la puerta, y le halagaba que no le olvidaran el título ni aun en la más insignificante emergencia de la vida.

Y la pobre continuó Berta sigue adorando al hombre que la ha hecho rica, y cuando intenta realizar su resma de títulos, se entera de que únicamente pueden servirle para empapelar su dormitorio.

Yo veré de servirle.... Mas luego no olvide la promesa que me hizo de tener a una de mis rapazas como su ama. DON FARRUQUI

Aunque la amenaza no espantó a la familia tanto como era de esperar, se convino, no obstante, en no servirle más que alimentos fosfatados. Sintió Carlota profundo pesar cuando su marido le notició la cesantía. Quedaron ambos larguísimo rato silenciosos y tristes. Algo sonaba también lúgubremente dentro del alma de ella, profetizando la muerte de su dicha. D.ª Carolina la recibió con tranquilidad.

Hoy se pagan los barcos como si fuesen de oro. Ulises levantó los hombros. No pensaba en el dinero: ¿de qué podía servirle?... El resto de su vida deseaba pasarlo en el mar, dando ayuda á los enemigos de sus enemigos. Tenía una venganza que cumplir; viviendo en tierra abandonaba esta venganza y sentiría con más intensidad el recuerdo de su hijo. El segundo calló unos instantes.

Parecióle bien á Cacambo tan prudente determinacion, puesto que sentia á par de muerte haberse de separar de amo tan bueno; pero la satisfaccion de servirle pudo mas con el que el sentimiento de dexarle. Abrazáronse derramando muchas lágrimas; Candido le encomendó que no se olvidara de la buena vieja; y Cacambo se partió aquel mismo dia: el tal Cacambo era un excelente sugeto.

Podía servirle de excusa ante Dios su estado extraordinario, su falta de voluntad; pero la embriaguez no era una virtud, y el pecado carnal, pecado era... Había que salvar el alma de la infeliz, facilitarla los medios pura que ocultase su vergüenza.

Y siguió la carta adelante: «Pero ni las mujeres le engañan, ni él procura engañar á la que por inocente pudiera ser engañada.» ¡Hum! interrumpió el cocinero, sin dejar de leer. «Es un mozo completo, lo que se debe en gran manera á su padre, porque nosotros, por nuestra pobreza, no hubiéramos podido darle los estudios que se le han dado, el título que posee y que podrá servirle de mucho.

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