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Actualizado: 14 de julio de 2025
¡Y para el favor que me están haciendo a mí esos señores que predican la libertá! ¡Dicen que van a echar a todas las monjas a la calle y a no dejar convento con convento! Amparo retrocedió tres pasos, se puso en jarras, enarcó las cejas, y después se persignó media docena de veces, con extraña prontitud.
A lo mejor, al presentarse en su casa, uno de aquellos criados que parecían grandes señores venidos a menos le cerraba el paso fríamente: «La señora no está. La señora ha salido.» Y él adivinaba que era mentira, presintiendo a doña Sol a corta distancia de él, al otro lado de puertas y cortinajes.
Vino el último de todos el Mapono que con toda su chusma se puso muy humilde y modesto delante del apostólico varón, quien recibiéndole con los brazos abiertos le sentó á su lado, y empezando á hablar de la Religión, mostró cómo sin el conocimiento del verdadero Dios, y sin la fe de Jesucristo no era posible salvarse, diciendo también de los Tinimaacas y de aquella diabólica Trinidad cuanto le dictó el celo de la gloria divina y la santa indignación de verlos triunfar por tantos siglos hechos señores de aquella tierra.
¿El señor marqués de Sabadell ha venido? Ahora mismo acaba de entrar y está en el salón de los señores. Ahí encima debe haber una carta... Que se la entreguen en seguida.
Así que, mis señores, vuesas mercedes están obligados por leyes divinas y humanas a sosegarse. -El diablo me lleve -dijo a esta sazón Sancho entre sí- si este mi amo no es tólogo; y si no lo es, que lo parece como un güevo a otro.
No quiero juramentos, señor Andrés, ni quiero promesas; sólo quiero remitirlo todo a la experiencia deste noviciado. Sea ansí respondió Andrés . Sola una cosa pido a estos señores y compañeros míos, y es que no me fuercen a que hurte ninguna cosa, por tiempo de un mes siquiera; porque me parece que no he de acertar a ser ladrón si antes no preceden muchas liciones.
¡Señores gritó Joaquín si en la otra vida no hay cante o es cante adulterado, renuncio al más allá! Y dio un salto sobre la mesa agarrándose a una columna y comenzó un baile flamenco con perfección clásica. No faltaron jaleadores, y sonaban las palmas mientras cantaba el mediquillo con voz ronca y melancolía de chulo: a coooosa que maravilla mamá ver al Frascueeeelo la pantorriiiilla mamá...
La verdad es que en el fondo del alma sintió aquella satisfacción dulce y apacible que en las novelas románticas experimentan las zagalas galanteadas por grandes y poderosos señores. El diálogo terminó así: ¡Válgame Dios, y qué formal se pone usted para decirme esas cosas! ¿No conoce usted que todo eso tan fino se despega de estos sitios?
Y era una costumbre entre estos Señores, que cuando aquello así se hacia, el que la tal borla le ponia en la cabeza al otro, juntamente con ponérsela, le habia de nombrar el nombre, el cual habia de tener de allí adelante.
El doctor Alsina, dando lección en la Universidad sobre legislación, después de explicar lo que era el despotismo, añadía esta frase final: «En suma, señores: ¿quieren ustedes tener una idea cabal de lo que es el despotismo?
Palabra del Dia
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