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Actualizado: 15 de junio de 2025
Dile que haga las compras en seguidita, que te entregue los paquetes, y tomas el tren unas horas después. Te doy cinco días para ir y volver. Puso el chileno un rostro grave al escuchar estas órdenes. Debía ser una misión de gran importancia la que le confiaba su patrón, y se sintió orgulloso de que hubiese pensado en él.
Se perdía una moza como un sol. ¡Sí, del mediodía! Déjame pasar, Celesto. En seguidita; pero antes vas a decirme adónde vas. A Lada, ¿no lo sabes? Eso no es verdad: tú te vas a Marín a llevar fruta a tu tía, y de camino a ver a tu primo. ¡Buena gana tengo yo de ver a primos ni a tíos! Vamos, déjame paso, que llevo prisa.
No hace más que llorar y pedirle celos.... ¡Qué más quiere ese monigotillo que verla humillada!... Si yo estuviera en su caso ¡ya le diría!... Le ponía en seguidita un armatoste en la cabeza que no cabía por esa puerta. La exaltación de su espíritu no le impedía engullir lindamente. Dios te lo pague, hija concluyó por decir levantándose . A ver si este corazón se está quieto un rato.
En seguidita va a salir... ¡Mire usted qué mono! añadió dirigiendo los ojos al otro extremo del patio, donde conversaban, al lado del piano, el cura y su discípula. Allí está don Alejandro hecho un caramelo con Elena. ¡De todos los gorros, los que más me sublevan son éstos de iglesia! Voy allá ahora mismo. Y partió como una saeta hacia ellos.
Bastante he vivido ya. Siéntese. En seguidita le doy el dinero. Pero dígame una cosa que quiero saber. ¿De quién es ahora esta casa? Eso a usted no le importa. ¿Cree que estoy yo para perder el tiempo? La casa es de su amo. Le repito que no tengo ganas de conversación. ¿Es que quiere usted comprar la finca? Vamos; al avío... Ya sabe que soy hombre de pocas palabras.
En seguidita me voy a mi cuarto y hago con él una pajarita preciosa... Ninguna me ha salido tan bien... El papel era gruesecito, ¿sabes?... Tenía el piquito levantado, que apetecía comérsela... Voy muy callandito a su alcoba y se la coloco sobre la mesa de noche. Al día siguiente le encontré con un hocico de media vara, que aún dura, y a mamá lo mismo... pero no me han dicho palabra.
Nada, nada, ya verá uté cómo eso se arregla y le casamos en seguidita. ¡Vaya con don Ceferino, llegar a Sevilla enamorado ya de una sevillana! Ya ve usted... y siendo yo gallego. ¿Cómo gallego? exclamó cambiando repentinamente de expresión, en el colmo del estupor. ¿Pues no me había dicho hace un momento que era poeta? Bueno, soy poeta y gallego a la vez.
Por fin, Eppie echó una mirada al reloj de pared e interrumpió el entretenimiento, diciendo: Mi papaíto quiere ir a fumar su pipa al sol. Pero antes tengo que levantar la mesa, para que todo esté bien limpio en la casa cuando llegue madrina. Voy a apresurarme... En seguidita va a estar... Silas se había puesto a fumar en una pipa todos los días durante los dos años que acababan de transcurrir.
ELECTRA. En algunas cosas, que me reservo, soy tenaz hasta la barbarie, y creo que, llegado el caso, lo sería hasta el martirio. MÁXIMO. ¿Qué cosas son esas? ELECTRA. A ti no te importan. Mejor... En seguidita me pesas setenta gramos de cobre. ELECTRA. El cobre serás tú... No, no, que es muy feo. MÁXIMO. Pero muy útil. ELECTRA. No, no: compárate con el oro, que es el que vale más.
Mamá dirá, si no se niega, que conviene que antes nos tratemos; que pedirme en seguidita, de sopetón, es puñalada de pícaro... Adulador. ¿Con que mis ojos son los pícaros que dan las puñaladas? ¿Con que usted es el herido? Pues yo declaro que el pícaro es usted.
Palabra del Dia
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