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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Acordóse que los dos, con D. Guillén de Barbarán y el Sargento Hidalgo, fuesen á verlo en presencia de muchos soldados, y hicieron entrar en la cisterna un moro que se llamaba Xama, que era de los que les pesaba de ver que se tratase de rendir el fuerte, porque era muy valiente y había mucho que servía en nuestra caballería, en la Goleta y Sicilia, y habiendo salido de la isla á acompañar al Infante de Túnez, le dejó en tierra firme y se volvió á meter en el fuerte, diciendo que, pues en tiempo de paz había llevado el sueldo del Rey, quería venir á servirle en la guerra.

El cocinero mayor, fuese por temperamento, fuese por debilidad, fuese por cálculo, vomitaba todo lo que sabía. ¡Ah! dijo el padre Aliaga, cuya fisonomía había vuelto á ser impenetrable y benévola ¿conque esa comedianta entró con el sargento mayor en casa de doña Ana? , señor. ¿Y el tío Manolillo? Se entró conmigo en una taberna de enfrente, donde almorzamos. ¿Y luego?

Cierto es que el cocinero mayor carecía de todo punto del valor suficiente para ponerse delante de Guzmán y decirle: Os voy á matar porque me habéis herido el alma. Montiño se estremecía de miedo al pensar solamente que podía verse en un lance singular con el sargento mayor. Pero Montiño tenía medios indirectos. El primer medio que se le ocurrió, fué el señor Gabriel Cornejo.

El hombre que había pronunciado estas palabras, que había adelantado sombrío y letal y que había cerrado por dentro la puerta, era el bufón del rey. El sargento mayor retrocedió sorprendido. En su semblante apareció la expresión del espanto. Doña Ana miró con terror al bufón. Y el bufón adelantó pálido hacia el sargento mayor, que retrocedía.

Pero se había engañado el sargento mayor al decir que la niebla les favorecía. Al salir ellos, de entre el hueco de una de las pilastras de la puerta por la que habían salido, se destacó un bulto informe y se puso en su seguimiento. Era el bufón.

Y el cocinero mayor apretó á correr tras él bufón, que apretaba tras la Dorotea y el sargento mayor. Asióse al fin á su brazo. ¿Qué me queréis? ¡por mi vida! exclamó el bufón sin cesar de correr. Pediros consejo. Dádmelo y lo agradeceré. Me están sucediendo cosas crueles. A me pasan cruelísimas. Nos aconsejaremos mutuamente. No necesito consejos. Yo , los vuestros.

Al ruido de los gritos, un veterano, un sargento, salió apresuradamente de una posada cercana. Era un guía antiguo, que comprendió en seguida de lo que se trataba, y, sin inútiles reflexiones, arrebató la carne a la bestia feroz, diciéndole: ¡Te mereces que no te den nada!... ¡Ahora lo partiremos y haremos diez porciones!

D. José Maria Cabrer, Coronel de ejército, y Sargento mayor de esta plaza; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Miguel Gerónimo Garmendia; el Sr. D. Jose Soliveri, Contador de retasas; el Sr. D. José Superi, Sargento mayor del batallon de castas; el Sr. D. Felipe Castilla, Capitan de milicias regladas de caballeria; el Sr. D. Antonio Ruiz, Alcalde del barrio número 11, cuartel quinto; el Sr.

¿Qué dice ese imbécil? exclamó el bufón ; indudablemente los buenos mozos del señor sargento mayor han sido zurrados bravamente; pero escuchemos. ¿Qué habláis de señor, mi querido tío? dijo Juan Montiño riendo ; el miedo os ha turbado la vista, y no me conocéis.

Eran aquellos soldados pertenecientes á una de las compañías de milicia que por entonces se formaban en nuestra ciudad, y en ella iba un sargento, mozo bravucón y perdonavidas, de aquellos echados para adelante y de los que, por cuestiones de poca monta, tiraban del acero y no se paraban nunca en las consecuencias de sus acaloramientos.

Palabra del Dia

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