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Montiño desechó este pensamiento como había desechado el anterior. Pero se puso en busca de otro medio de vengarse. Quevedo se presentó á su imaginación; Quevedo, capaz de plantar una estocada al mismo diablo; Quevedo, enemigo de Lerma, y de Calderón no muy amigo, según las palabras que el mismo Montiño recordaba haberle oído en la hostería del Ciervo Azul, del sargento mayor, don Juan de Guzmán.

... ... averiguad... pero esto es imposible, imposible de todo punto añadió como hablando consigo mismo el confesor del rey ; y sin embargo, las mujeres... Son muy caprichosas, señor; ya veis, mi mujer... ¡Vuestra mujer!... ¡vuestra mujer!... ¿decís que es querida del sargento mayor don Juan de Guzmán? ¡, señor! ¿Cómo ha llegado ese hombre al empleo que tiene?

Para probármelo me ha dicho que anoche estuvo en mi casa, encerrado con mi mujer, el sargento mayor don Juan de Guzmán. ¡Como si uno pudiera saber lo que pasa en su casa estando á cinco leguas de distancia! Pero supongo que habréis tenido prudencia. Prudencia ¿acerca de qué?... Acerca de lo que sabéis relativamente á vuestro sobrino. Para prudencia estaba yo. ¿Pero qué habéis hecho?

El sargento la echaba piropos y el furriel de mi escuadra no la dejaba ni á sol ni á sombra. Pero ella prefería al gallego... El gallego era yo, ¿sabéis? Allí nos llaman gallegos á los de acá. Un domingo por la tarde salimos juntitos orilla del Guadalquivir por aquellos campos y merendamos en un ventorrillo, y yo me puse como una uva. ¡Vaya una tardecita aprovechá!

Parisiense en una palabra; tal es mi hombre, y no es extraño que las mujeres se pirren por él. En cuanto a dandysmo, no tiene más que un rival: el sargento de la oficina árabe. Este, con su levita de paño fino y sus polainas con botones de nácar, causa la desesperación y la envidia a toda la guarnición.

Llegado a sargento, se casó con la hija de un escribano, llamado Sandoz, educado en las ideas de los enciclopedistas y libre de todo prejuicio religioso. He vivido muchos años, sin conocer a Dios más que por los escritos de D'Alembert y de Diderot y, después, por los de Rousseau y Voltaire.

El lugar es adecuado, y el que debe ser: con que, dejando en él diez ú doce hombres con un sargento y dos cañoncitos, estaba todo concluido.

A las cuatro de la mañana empezamos á caminar, á las siete llegamos al Cerrito Colorado, anduvimos 8 leguas por el rumbo del SE; pasamos el resto del dia en registrar este puesto y observar: hallamos acampado al Sargento Mayor D. Francisco Sierra. Dia 4.

El medio del asesinato ha sido Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor de su majestad, por instigación de los tales don Francisco y don Juan, y el lugar del asesinato donde, si se busca bien, se encontrará el cadáver del dicho sargento mayor, la casa de doña Ana de Acuña, aventurera y manceba á un tiempo del duque de Uceda y del difunto, en la calle de Amaniel.

Se fué de la plaza, y cuando se vió solo, leyó el papel de Bautista que decía: Ten cuidado. Está aquí el Cacho de sargento. No andes por el centro del pueblo. La advertencia de Bautista la consideró Martín de gran importancia. Sabía que el Cacho le odiaba y que colocado en una posición superior, podía vengar sus antiguos rencores con toda la saña de aquel hombre pequeño, violento y colérico.