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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Sus labios apretados, sus narices abiertas, la palidez repentina de su frente atestiguaban el combate interior por que pasaba. Repentinamente bajando su látigo como para saludar. ¡Pues bien dijo perdón! En el mismo instante castigó violentamente su caballo, y partió al galope dejándome en medio del camino. No la he vuelto á ver después. 30 de julio.

¡Siguen llegando! decía alegremente, luego de saludar á su príncipe . Continúa el desembarque de los americanos: una verdadera cruzada. Son centenares de miles; son millones... ¡Y pensar que muchos ignorantes consideraban un bluff lo del envío de los ejércitos de América! Se indignaba de buena fe contra la tal ignorancia, olvidado ya de sus escepticismos de meses antes.

¡Oh! en cuanto a olvidaros... perder el recuerdo de vuestra gracia, de vuestra bondad... ¡nunca, señorita, jamás! Su voz temblaba. Tuvo miedo de su emoción, y se levantó. Os repito, señorita, que debo ir a saludar a vuestra hermana... me ha visto... y debe estar asombrada... Atravesó el salón, mientras Bettina lo seguía con la vista.

La vega, desperezándose voluptuosa bajo el beso del sol primaveral, envolvía al muertecito con su aliento oloroso, lo acompañaba hasta la tumba, cubriéndolo con impalpable mortaja de perfumes. Los viejos árboles, que germinaban con una savia de resurrección, parecían saludar al pequeño cadáver agitando bajo la brisa sus ramas cargadas de flores.

Recuerda el príncipe una noticia que le dió don Marcos, y los reconoce. ¡Estola y Pistola convertidos en guerreros!... Han venido con licencia á ver á sus familias, y en la noche subirán á la casa del coronel para saludar á su antiguo señor. Parecen más altos, más vigorosos. Unos cuantos meses de guerra han bastado para hacerles saltar de la adolescencia á la madurez.

Pero Basilio había olvidado que iba miserablemente vestido; el portero le detuvo, le interpeló groseramente, y al ver su insistencia, le amenazó con llamar á una pareja de la Veterana. En aquel momento bajaba Simoun ligeramente pálido. El portero dejó á Basilio para saludar al joyero como si pasase un santo.

Experimentaba una decepción en vez de una alegría, como si se desilusionara al verlo bajo aquel aspecto de visitante correcto y dueño de mismo. Después de algunos instantes, consagrados a la señora Aubry, Martholl pasó a saludar a María Teresa; ésta, por un esfuerzo de voluntad, recobró su calma habitual, y el apretón de manos que se dieron, fue perfectamente trivial.

El aviso de la visita de la santa calmó bastante a la madre; pero no al hijo, que no entendía aún ni jota de santidades. Presentose la dama a las nueve, acompañada de Estupiñá; y después de saludar a Segunda como si fuera esta la señora más encopetada, pasó, y antes de decir nada a la que fue su amiga, examinó bien a Juan Evaristo Segismundo.

Como si quisiera terminar cuanto antes su conversación con Manos Duras, le preguntó con forzada alegría: Usted me dijo una vez que me aprecia mucho y está dispuesto á hacer lo que yo le mande, por terrible que sea. Se llevó Manos Duras una mano al sombrero para saludar, y sonrió, mostrando sus dientes de lobo. Ordene lo que quiera, señora. ¿Desea que mate á alguien?

Una tarde, después de hablar á los marineros y cargadores del puerto, cuando terminado mi discurso tuve que responder á los apretones de manos y los saludos de miles de oyentes, reconocí entre éstos al joven que me escondió en su casa. Tuve que acompañarlo á la taberna, para saludar á su madre y ver la pequeña habitación que me había servido de refugio.

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