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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Gorito Sardona saltó frente a la puerta, sobre un puff de badana japonesa, y cogiendo a guisa de sombrero una de las bandejas del , de cincelada plata antigua, se descubrió ante la dama lentamente, tieso, sin mover la cabeza, extendiendo el brazo hasta formar con el cuerpo ángulo recto, como solía saludar por todas partes el rey don Amadeo.

Porque así podríamos perder el tren y desistir de este viaje, para nosotros estéril y para ti penoso. ¡No sean pavos! Subo a saludar a la familia y despedirme, Lorenzo; bajo en seguida. Están en el balcón; nosotros ya nos despedimos.

Pero este fraseo pueril no había perdido el poder de conmoverle profundamente, anulando su voluntad. ¡Buenos días, mi cocó!... Me he levantado más tarde que otras mañanas; debo hacer algunas visitas antes de ir al Bosque. Pero no he querido marcharme sin saludar á mi maridito adorado... Otro beso, y me voy.

Estas botas no han llevado nunca tapas ni medias suelas; conservan todos sus botones, y, probablemente, son unas botas recién estrenadas. En cuanto a la chistera, de mármol, como hemos dicho, es maciza, y seguramente no pesa menos de treinta kilos. ¿Cómo se las arreglaría el poeta, ya anciano y sin fuerzas, para saludar con un instrumento tan pesado?

El acento desesperado con que llamaba á la Virgen, revelaba el egoísmo de la vida, agarrándose á la última esperanza, implorando un milagro, con la ilusión de que, en favor suyo, se rompiesen y transtornasen todas las leyes de la existencia. Al verse de nuevo en la plaza, Goicochea miró al templo y se descubrió como si le pesara volver á la villa sin saludar á la imagen.

Gracias por vuestros consejos respondía el obstinado; pero no necesito tantos requisitos para cortarle las narices a un notario. El objetivo de su venganza no tardó en aparecer entre dos cristales de gafas, a la puerta de un carruaje. Pero M. L'Ambert no descendió, limitándose a saludar.

Manejaba briosamente su soberbio bridón, negro como el azabache y de gran alzada; y después de saludar al príncipe volvió grupas y ocupó su puesto á un extremo de la liza.

Pero con gran sorpresa observaron que ningún ruido turbaba la paz augusta del Alcázar. Parecía que la institución monárquica dormía aún en él, tranquila y sosegada, como en los buenos tiempos. En la mañana del 30, Cándida entró muy sofocada. «¿No saben lo que pasadijo antes de saludar. «¿Qué, señora, quépreguntaron todos con la mayor ansiedad, creyendo que algo muy estupendo había ocurrido.

El tío Manolo fue enseñando a Miguel los trenes más lujosos y nombrándole sus dueños: también le enseñó las bellezas de la corte. ¡Guapa mujer esa que acabo de saludar! ¿eh?

Lo que yo decía, ó iba á decir, es que el ir á un baile no es motivo para que usted deje de saludar en la calle. ¡Jesús!; ¿qué se diría! ¿Cómo que «qué se diría»? Pues es claro.... ¡Tratarse usté con costuderas! Lo dice usted con un retintín.... No por cierto, hijo; pero es la verdad. Pues no hay tal cosa. Yo saludo á todo el mundo en la calle, con muchísimo gusto ... y sobre todo á usted.

Palabra del Dia

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