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Actualizado: 6 de junio de 2025


Asi como la de Salisburgo tuvo principio en el monasterio de S. Pedro erigido por el monge S. Ruperto, y las de Argentina y Worms por los que edificó S. Amando favorecido del rey Dagoberto; del mismo modo otros monasterios de la regla de S. Benito fueron el principio de la restauracion de otras ciudades, y como el núcleo de las principales que en Alemania se fundaron de nuevo.

¡De Gautet! ¡Eh, De Gautet! llamó una voz desde el puente. ¡Despacha, hombre, si no quieres tomar un baño antes de meterte en cama! Era la voz de Ruperto y momentos después él y De Gautet dándose el brazo cruzaban el puente. Llegados al centro de éste, Ruperto detuvo a su compañero, se inclinó, mirando hacía el foso, y yo me oculté prontamente tras la «Escala de Jacob

Ruperto le lanzó una mirada que me exasperó, porque con ella supo expresar aquel libertino toda la admiración que le inspiraba la Princesa. Vuestra Majestad es siempre bondadoso continuó. Por mi parte, a la vez que siento la muerte de mi amigo, no olvido que esa es la ley común y que muy pronto les tocará a otros el turno. Reflexión que a todos nos importa tener presente dije.

Sarto se descubrió a su vez y Flavia dijo, posando su mano sobre mi brazo: Es uno de los caballeros muertos en la última reyerta, ¿verdad? a preguntar de quién es el cadáver que escoltan dije a uno de mis lacayos. Acercóse a los sirvientes que iban delante del féretro, quienes lo dirigieron al enlutado caballero. Es Ruperto Henzar murmuró Sarto.

Gran dominio debía de tener sobre mismo, porque le contestar con calma: ¡Basta ya! No disputemos, Ruperto. ¿Están en sus puestos Dechard y Bersonín? , señor. No le necesito a usted por ahora. No estoy fatigado... Sírvase usted dejarnos ordenó impaciete Miguel. Dentro de diez minutos quedará retirado el puente levadizo y supongo que no querrá usted regresar a nado a su cuarto.

Era él, en efecto, y no tardó en adelantarse al trote, ordenando al cortejo que se detuviera en el camino. Me saludó con profundo respeto, pero la triste expresión de su semblante desapareció en una sonrisa al ver que Sarto llevaba la mano al pecho. También me sonreí yo, adivinando tan bien como Ruperto lo que el veterano ocultaba en el bolsillo del pecho.

Continuarían los gritos, mi gente bajaría el puente levadizo y extraño sería que Ruperto, al oír su nombre a voces en tales circunstancias, no bajase de su cuarto y procurase cruzar el puente. Cuanto a De Gautet, su presencia dependía del azar. Tan luego Ruperto pusiese el pie en el puente empezaría mi papel.

Volví adonde me esperaban Flavia y Sarto, pensando en el extraño carácter de aquel desalmado, cuyo igual no he vuelto a ver en mi vida. ¡Qué arrogante tipo! fue el comentario de Flavia, que, mujer al fin, no se había ofendido con las expresivas ojeadas de Ruperto Henzar. ¡Y cómo parece sentir la muerte de su amigo! prosiguió.

Cuando revelé a la señora de Maubán las ofertas que me había hecho Ruperto, no se mostró admirada; ella misma había aconsejado a Miguel que desconfiase de Ruperto, aun en los momentos en que me escribía rogándome que la rescatase del poder de ambos.

Otros elementos que figuraron en el drama de Zenda fueron el libertinaje y la audacia de Ruperto. Quizás se sintió atraído por la belleza de Antonieta; quizás le bastara saber que ésta pertenecía a otro hombre y le odiaba a él.

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