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Actualizado: 6 de junio de 2025


Ruperto, llegó por fin al último y poniendo su espada entre los dientes se deslizó en el agua sin hacer el menor ruido. Tratándose sólo de exponer mi vida, le hubiera salido al encuentro sin vacilación alguna; con verdadero placer hubiera saldado allí nuestras cuentas, cara a cara y espada en mano, sin testigos, en la soledad de aquella hermosa noche. Pero ¿qué sería entonces del Rey?

De esta procesión en honor de la diosa Holda, que se celebraba en las casas, para premiar las buenas hilanderas y castigar las holgazanas, viene sin duda la de la Virgen María en la vigilia de Navidad con San José y el siervo Ruperto.

Eran las tres de la mañana y empezaba a despuntar el día. Me hallaba en una avenida larga y recta, cubierta de césped y a cien varas de distancia corría Ruperto, flotante al viento el rizado cabello. Me sentía rendido y respiraba fatigosamente; le volver el rostro y saludarme otra vez con la mano. Se burlaba de , porque veía que me era imposible alcanzarle.

Todos aplaudieron el breve discurso de Teletusa, y animada ella con el aplauso, se atrevió a proseguir: La pólvora da muerte y la harina es el mejor y más usado sustento de la vida. A la harina, pues, me atengo. Quiero que sepáis, señores, que una prima mía muy guapa fue la buena amiga y tal vez el oíslo del famoso cocinero Ruperto de Nola.

¡Obscura está la maldita noche! exclamó una voz penetrante. Era Ruperto Henzar, que un momento después se halló frente a mis compañeros. Inmediatamente sonaron varios tiros y me adelanté seguido de Sarto y Tarlein. ¡Mata, mata! aullaba Ruperto, y un gemido me anunció que el bribón daba el ejemplo a su gente. ¡Estoy perdido, Ruperto! exclamó al caer uno de los que le seguían.

No obtuvo respuesta, o por lo menos nada ; Ruperto golpeó varias veces el repecho de la ventana y continuó: ¡El diablo cargue con el Duque! ¿No le basta la Princesa? Y usted misma ¿qué atractivos halla en él? Si yo le repitiera lo que usted dice...

Repítaselo usted en buena hora dijo Ruperto con la mayor indiferencia; y viendola desprevenida, se le acercó de un salto y la besó, echándose después a reír y exclamando: ¡Ahora tiene usted algo más que contarle! De haber tenido mi revólver, la tentación hubiera sido quizás demasiado fuerte, pero desarmado como estaba, agregué aquel nuevo desmán a la cuenta que tenía pendiente con Ruperto.

Esto último lo supe por Juan, en quien tuve que confiar, mandándole volver a Zenda, donde Ruperto Henzar le hizo dar de latigazos por el crimen de haber pasado toda una noche fuera del castillo, engatusado por alguna mozuela del pueblo.

Esas visitas duran una semana, que Federico y yo pasamos siempre juntos y durante las cuales me refiere todo lo que ocurre en Estrelsau; por las noches, mientras paseamos fumando, hablamos de Sarto, del Rey y con frecuencia de Ruperto Henzar; y ya tarde, a lo último, hablamos también de Flavia.

Instintivamente tenía idea de la alteza de su misión; nació artista, y sin haber leído a Ruperto de Nola, ni a Martínez Motiño, ni a Juan de Altimiras, ni a la Mata, ni a Brillat-Savarin, ni a Carême, sabía que quien da bien de comer a sus semejantes merece que se le abran de par en par en este mundo las puertas del agradecimiento y en el otro las del Paraíso.

Palabra del Dia

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