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Actualizado: 9 de junio de 2025
No quieras engañarme ni engañarte a ti mismo... Tengo fina la mirada y veo claras las cosas... Si has tomado con tanto empeño este asunto, no ha sido por los hermosos ojos de los usuarios de Val-Clavin, sino por los de la señora Liénard. Mamá interrumpió Simón ruborizándose un poco, calla, te lo ruego... ¿Por qué dices eso?...
Pero la hilandera sonrió ruborizándose, y ya no hubo más. Todo estaba hablado; no volvieron á decirse que se querían, pero era cosa convenida el noviazgo, y Tonet no faltó ni una sola vez á acompañarla en su camino.
Coca debería sentir hacia él viva y juvenil simpatía... ¿Por qué, sino por eso, le enviara su pequeño obsequio? ¿Por qué, sino por eso, ocultaba su nombre bajo el de su hermana, ruborizándose luego de su ingenuo subterfugio?...
¡Mi querida Mina! ¡Qué casualidad encontrarnos!... Vengo de Nueva York, para embarcarme en San Francisco. Voy al Congo.... Y ruborizándose por este absurdo rodeo geográfico, se apresuró á añadir: Quiero cazar donde no cazó el coronel Roosevelt. Voy á correr los países que él no visitó nunca.
Pero Diana escuchaba distraídamente la respuesta a su pregunta; en el mismo orden de ideas, acababa de hacer otro descubrimiento importante. ¡Hola! exclamó, señalando el dedo de su prima, ¿ya no llevas tu anillo? ¿Mi anillo? dijo María Teresa ruborizándose, lo habré olvidado en mi tocador.
El joven vaciló todavía con la mano en la portezuela; pero Clementina repitió aún con más fuerza, y ruborizándose: No vaya usted. No vaya usted. Raimundo manifestó sonriendo a Lola: Perdone usted, señora. Hoy no puedo ser lacayo sino de Clementina. Otro día tendré el honor de serlo de usted.
Ese ánade como el otro y como todos los demás que has cazado mueren de orgullo de verse tiroteados por ti. ¡Sería mucha galantería! replicó la joven ruborizándose de nuevo. Llamó a los perros para que le acompañasen.
Oye, Marta, ¿qué diría Manolito López si nos viera en este momento? ¿Qué había de decir? Lo que se le antojara contestó la niña ruborizándose levemente. ¿No tendría celos al vernos tan cerca uno de otro? ¿Pues? ¡Qué sé yo!... Como está tan enamorado, según dicen... ¡Qué ganas tienes de embromarme! Chica, es lo que se corre por ahí; yo no pongo nada de mi cosecha.
Vaya, vaya, a la cama decía doña Paula. Voy. Pero en lugar de irse se abrazaba de nuevo a Cecilia; la hacía cosquillas aprovechando cualquier movimiento para decirla al oído: ¡Cómo estás gozando, picarona! No le eches esos ojazos, mujer, que le vas a aturdir. Adiós, adiós, señores concluyó por decir en voz alta... Y dejar algo para mañana, ¿eh? ¡Qué tonta! exclamó Cecilia ruborizándose.
¡Á buena hora llega usted! dijeron á un tiempo dos señoras, así que vieron á Homobono. De seguro estaría usted estudiando... Los libros le sacan á usted loco. No lo crean ustedes repuso el Feto ruborizándose.
Palabra del Dia
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