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Actualizado: 2 de junio de 2025


Si es una obra para casar a las muchachas en busca de marido, cuente usted conmigo. Todas nos echamos a reír al instalarnos junto al grupo serio. ¿Está usted tan descontenta de su suerte? preguntó la Fontane con su amabilidad habitual. Murmurar o quejarse dijo sentenciosamente la Roubinet, es oponerse a las leyes universales...

Yo conozco estos versos, pero no recuerdo el nombre del autor... Venga usted al socorro de mi memoria infiel, Francisca. Esos versos son de uno de mis autores favoritos parodió Francisca. Son de Ronsard... ¡De Ronsard! exclamó la Roubinet sofocada. , señorita terminó Francisca, rabie usted... Usted no nos ha dado más que Laprade... Y repitió con una mueca desdeñosa: Laprade...

¡Dichosa época! exclamó la Roubinet. Pero si no tenemos ya esas graciosas costumbres, sepamos acomodarnos, como decía Máximo del Camp, al tiempo en que vivimos; sólo en esto reside el gran arte de la vida. La falta de salud dijo la Fontane, llevando la conversación a su punto de partida, asusta también a muchos pretendientes. ¿Qué hacer de una mujer enferma?...

La Sarcicourt no participa de esa felicidad hizo observar Genoveva. Vean ustedes cómo contrastan sus aires modestos y su palidez con la amable animación de la Fontane y con la alegría de la Roubinet al buscar una frase o una cita. Veo que te vuelves burlona, Genoveva le dije amenazándola con el dedo. La única respuesta de Santa Genoveva como nosotras la llamamos, fue una fina sonrisa.

¿Y dónde me dejan ustedes el amor al estudio y la pasión por las artes? interumpió la Roubinet. En nuestra época hay muchas jóvenes que prescinden del matrimonio para seguir esa vía privilegiada. ¡Bah! dijo la abuela. ¿Son las jóvenes sabias y las artistas en flor las que renuncian al matrimonio, o es el matrimonio el que no las quiere?

¿Es usted quien ha inventado eso, señorita? preguntó Francisca con fingida dulzura volviéndose hacia la oradora. No Francisca respondió la Roubinet con una modestia tan afectada como la dulzura de Francisca. Esas palabras son de Federico el Grande. ¡Un prusiano!... ¡Qué horror!... ¿Cómo puede usted citar frases de un enemigo de Francia? objetó Francisca lo más seria que pudo.

¡Qué delicioso perfume de flor de azahar! exclamó Francisca apoderándose de un plato de mostachones para presentárselo a las invitadas. Es un perfume de circunstancias... Hoy, fiesta de Santa Catalina, todo debe ser flor de azahar. ¡Oh! dijo haciendo monadas la Roubinet, yo prefiero unas gotas de ron en el ... Si me hace usted el favor, Magdalena...

¿Cree usted dijo Genoveva dirigiéndose a la Roubinet, que las solteronas cuentan en sus filas muchas literatas distinguidas? ¡Cómo! Genoveva dijo la Fontane, ¿olvida usted a nuestra ilustre Eugenia de Guerín?... No, pensaba en ella, así como en Clarisa Bader y en la Bremer. Pero no conozco muchas más.

¿Laprade? murmuró Francisca reuniendo sus recuerdos. Creo haber leído algo de ese buen señor... ¡Qué aburrido era!... Genoveva y Paulina trataron de hacer callar a Francisca, pero fue inútil felizmente, pues sus palabras se perdieron en el ruido de las despedidas. Espera me dijo Francisca al oído al tiempo de despedirse de la abuela, voy a dejar con la boca abierta a la Roubinet con mi erudición.

El divorcio y la inseguridad en el matrimonio prosiguió la Fontane, provocan igualmente la vocación del celibato en algunas muchachas... Lo que pasa en el mundo es verdaderamente espantoso... ¡Qué negro abismo! exclamó la Melanval. «Corromper y ser corrompido, ha dicho Tácito, es lo que se llama el siglo» dijo la Roubinet orgullosa de su frase.

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