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Actualizado: 27 de junio de 2025
Hay que buscar dónde oír una misa. No se encuentra un sacerdote que entienda nuestra lengua para confesarse con él.» Y el contento de regresar a su tierra de altas mesetas y vegetación tropical aminoraba la tristeza de dejar a sus espaldas a la hija única y los nietos. La habían rogado que se quedase con ellos. ¡Ay, no! Quien la sacase de Salta, la mataba.
Guardábala su tío con mucho recato y con mucho encerramiento; pero, con todo esto, la fama de su mucha hermosura se estendió de manera que, así por ella como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores dellos, era rogado, solicitado e importunado su tío se la diese por mujer.
Al dar las doce de la noche, doscientos o trescientos coches, que venían del baile o del teatro, fueron a depositar su carga en la plazoleta de Santo Tomás de Aquino. La novia descendió la gradería del brazo del doctor Le Bris. Se la encontró menos pálida de lo que se esperaba, pero es que había rogado a su madre que le pusiera un poco de colorete para representar aquella comedia.
Raimundo la había rogado, y luego, prevalido del inmenso ascendiente que sobre ella tenía, la había prohibido que se ocupara en ningún menester. Pero ella, burlando su vigilancia, arrastrada de esa inclinación invencible que sienten las mujeres hacendosas hacia el trabajo, no abandonaba sus tareas.
Me suponía agobiado por la carga de mi sujeción a su asistencia, y se empeñaba en tranquilizarme con la promesa de que no sería largo mi cautiverio; me pedía perdón por los malos ratos que me daba entre tanto, y me conjuraba nuevamente a que cuando recobrara mi libertad, no echara en olvido lo que tan rogado me tenía; porque lo de menos era él en aquel pueblo, si había quien ocupara en la casona el puesto que quedara vacío con su muerte.
Mi pobre hija estaba sonriente; yo he rogado por ella, la he exhortado, con la misma calma y tranquilidad que si se hubiese tratado de cualquier otro acto natural de la vida; ella ha preguntado por diversas personas: ¿Están enteradas? decía.
Me era imposible esperar hasta mañana, porque el señor de Maurescamp, naturalmente, no me escribirá... Por eso, le he rogado a Luis, el viejo sirviente del señor de Lerne, que me envíe un despacho, así que todo haya terminado. La señora de Latour-Mesnil, anonadada, no contestó sino por un movimiento indeciso. En ese momento sintieron el timbre del vestíbulo que daba a la habitación del conserje.
He rogado a mi padre que me preste unos cuantos libros de literatura y de historia; cuando esté acostumbrada a los asuntos que son el objeto habitual de la conversación, acaso mi inteligencia será más flexible y más despierta y pareceré menos tonta. Todas las personas que me rodean saben reír y bromear y como yo no sé, debo de parecer terriblemente fastidiosa.
Estaba ya enfrente de este tablado en la ventana entoldada de terciopelo carmesí de la Universidad o casa de la Ciudad el Ilustrísimo Señor Virrey Marqués de la Casta y todos los muy ilustres Señores Jurados con otros Caballeros de la primera graduación y al querer bajar del tablado con mi penitente me pareció debía a vista de innumerables personas, que nos atendían, volver por la honra de mi encomendado Pedro Onofre Cortés, ya católico y así después de haberle hecho pedir perdón del escándalo y rogado a todos encomendaran a Dios su alma, le hice hacer una breve protestación de la Fe, adorar devotamente la Imagen sagrada de JESUS crucificado, que llevé siempre en las manos.
Cuando él vido que los rostriquemados bastaban para testigos del milagro, no la quiso dar más a besar. Subióse al pie del altar y de allí decía cosas maravillosas, diciendo que por la poca caridad que había en ellos había Dios permitido aquel milagro y que aquella cruz había de ser llevada a la santa iglesia mayor de su Obispado; que por la poca caridad que en el pueblo había, la cruz ardía. Fue tanta la prisa que hubo en el tomar de la bula, que no bastaban dos escribanos ni los clérigos ni sacristanes a escribir. Creo de cierto que se tomaron más de tres mil bulas, como tengo dicho a V.M. Después, al partir, él fue con gran reverencia, como es razón, a tomar la santa cruz, diciendo que la había de hacer engastonar en oro, como era razón. Fue rogado mucho del concejo y clérigos del lugar les dejase allí aquella santa cruz por memoria del milagro allí acaecido.
Palabra del Dia
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