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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Allí aparecieron, arrebatados de una mano a otra mano, los primeros números de aquellos periodiquitos tan inocentes, mariposillas nacidas al tibio calor de la libertad de la imprenta, en su crepúsculo matutino; aquellos periodiquitos que se llamaron <i>El Revisor Político</i>, <i>El Telégrafo Americano</i>, <i>El Conciso</i>, <i>La Gaceta de la Regencia</i>, <i>El Robespierre Español</i>, <i>El Amigo de las Leyes</i>, <i>El Censor General</i>, <i>El Diario de la Tarde</i>, <i>La Abeja Española</i>, <i>El Duende de los Cafés</i> y <i>El Procurador general de la Nación y del Rey</i>; algunos, absolutistas y enemigos de las reformas; los más, liberales y defensores de las nuevas leyes.
Ahí organizó la rebelion que la hizo triunfar de un monarca, encerrado en las Tullerías. Ahí, en medio de esa sala del trono, en donde una crísis turbulenta arrancó á un monarca de su palacio, cayó herida y exánime la revolucion con Robespierre en el memorable dia 9 de Thermidor.
La plaza del Hotel-de-Ville, célebre por el increible número de ejecuciones que allí se han hecho, ántes y despues de la revolucion, presenta el majestuoso palacio que la da nombre; palacio que puede considerarse como el cuartel general de todas las revoluciones. Allí estuvo el sanguinario tribunal de que fué presidente Robespierre, y allí se formó el gobierno provisional de 1848.
Llevada de este sentimiento de la propia suficiencia, inicia la revolución con una audacia sin ejemplo, la lleva por todas partes, se cree encargada de lo Alto de la realización de una grande obra. El Contrato Social vuela de mano en mano; Mably y Raynal son los oráculos de la prensa; Robespierre y la Convención, los modelos.
Vaya dijo Lázaro, afectando incredulidad para saber más, algún motincillo insignificante.... ¿Motincillo? Algo más dijo el otro, sentándose y avivando con una badila el escaso fuego que en un brasero había. Robespierre subió sobre sus rodillas de un salto y se acurrucó allí con admirable franqueza republicana. Pues yo voy también allá dijo Lázaro, deseando que Pinilla desembuchara.
El cafetero miró con singular expresión de cariño el envoltorio, mientras el viejo lo desenvolvió con mucha cachaza, y sacando unas onzas que dentro había, comenzó á contar. Al ruido de las monedas, Robespierre abrió los ojos; y viendo que no era cosa que le interesaba, los volvió á cerrar, quedándose otra vez dormido. El viejo contó diez medias onzas, y se las dió al del café.
Desde entonces se lanzó, con la pasión de los niños en libertad, á balbucir palabras, que no entendía, del nuevo vocabulario político; á las manifestaciones públicas; al club y á las urnas electorales, siendo muy de advertir que en este entusiasmo iban siempre delante las hembras, las cuales hubieran llegado á emular las glorias de las calceteras de Robespierre, si las circunstancias lo hubieran exigido.
Que a nuestra disposición tenemos <i>El Robespierre Español</i>, <i>El Duende de los Cafés</i> y al pícaro <i>Concisín</i> que se encargarán de poner cual no digan dueñas a los apaga-candelas. La alusión, señora doña Flora dijo un obispo ha salido sin duda de la tertulia de Paquita Larrea, la esposa del Sr. Böhl de Faber.
Por pasmosos que hubiesen sido sus triunfos guerreros, no bastaban á atenuar las atrocidades de Dantón, Marat y Robespierre, y los espantos del Terror y de la guillotina; y fue lo peor que todo ello tuviese por resultado un gran genio militar sin duda, pero á la vez un déspota, que humilló y ensangrentó la Europa entera, sin que el más hábil y sutil profesor de filosofía de la historia pueda descubrir, fuera de la ambición personal, del prurito de elevar á la familia y á los amigos, y del afán del predominio de un pueblo sobre los otros, propósitos y fines altos y providenciales, parecidos á los que más ó menos conscientemente tuvieron Alejandro y César.
En vano Javier quiso rehabilitarle dando algunas palmadas tardías. El público, animal implacable, le mandó callar. Lázaro tuvo la presencia de espíritu suficiente para contemplar cara á cara aquellas cien bocas que bostezaban. Robespierre se desesperaba en el mostrador con suprema expresión de fastidio. Lo he hecho muy mal dijo tristemente el orador al oído de su amigo.
Palabra del Dia
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