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Actualizado: 21 de mayo de 2025


La voz era profunda, particularmente al terminar los períodos: al principiarlos, más gangosa que profunda. Los rostros de los feligreses expresaban aburrimiento resignado. Las mujeres, sentadas en el suelo, miraban cara a cara al cura con ojos distraídos. Los hombres de la puerta bostezaban, abriendo la boca hasta descoyuntarse las mandíbulas.

Esta masa caótica de objetos de moda extendíase hasta el gabinete, invadiendo algunas de las sillas y parte del sofá, confundiéndose con las ropas de uso, como si una mano revolucionaria se hubiera empeñado en evitar allí hasta las probabilidades de arreglo. Dos o tres vestidos de la Sánchez, enseñando el forro, con el cuerpo al revés y las mangas estiradas, bostezaban sobre los sillones.

Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada; era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda. El pilluelo acercó curioso su lámpara. La guardiana le asió del brazo. Eh, amiguito, cuidado con caerse ahí.

Maltrana pensaba con orgullo que en el mundo existe una reducida aristocracia, y que él pertenecía a ella: la aristocracia del amor, de los que saben embellecer la vida con sus pasiones. Los demás eran pobres bestias que bostezaban de aburrimiento con los ojos bajos y los pies en el barro, aunque gozasen de todos los refinamientos del bienestar.

Media hora después Frígilis tomaba el desquite matando un soberbio pato marino. Quintanar, por gusto, mató un cuervo que no recogió. Cazaron hasta las doce, hora de comer sus fiambres. Los perros de Frígilis se aburrían. Aquella caza en que ellos representaban un papel secundario, les parecía una vergüenza; bostezaban y obedecían mal a la voz del amo.

Cabra los miraba, y decía: "Coman, que mozos son y me huelgo de ver sus buenas ganas." Mire vuestra merced qué buen aliño para los que bostezaban de hambre. Acabaron de comer, y quedaron unos mendrugos en la mesa y en el plato unos pellejos y unos huesos, y dijo el pupilero: "Quede esto para los criados, que también han de comer; no lo queramos todo."

Las bujías se iban gastando; la orquesta, que había tocado sin éxito alguno dos o tres bailables, se desmoralizaba; los músicos charlaban en voz alta o paseaban por el salón y hasta fumaban; los hujieres y mozos bostezaban, tirándose unos a otros indirectas referentes a las dulzuras del lecho.

En vano Javier quiso rehabilitarle dando algunas palmadas tardías. El público, animal implacable, le mandó callar. Lázaro tuvo la presencia de espíritu suficiente para contemplar cara á cara aquellas cien bocas que bostezaban. Robespierre se desesperaba en el mostrador con suprema expresión de fastidio. Lo he hecho muy mal dijo tristemente el orador al oído de su amigo.

Repartió a cada uno tan poco carnero que entre lo que se les pegó en las uñas y se les quedó entre los dientes, pienso que se consumió todo, dejando descomulgadas las tripas de participantes. Cabra los miraba y decía: -Coman, que mozos son y me huelgo de ver sus buenas ganas. ¡Mire V. Md. qué aliño para los que bostezaban de hambre!

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