Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 18 de mayo de 2025
¿Qué me ha de parecer? le contestó mirándole con sus grandes ojos serenos. Que por lo visto Ventura le ha sido más simpática que los demás de casa. Pero esa preferencia, ¿no te parece que va siendo ridícula para mí? ¿Por qué? Porque sí... porque lo es replicó con energía.
Hay que saber que á ésta le parecía aquel noviazgo cosa ridícula como á todo el mundo, porque aparte la espantable fealdad de Maripepa, su hijo contaba quince años menos; pero tal idea tenía de su juicio y de su gusto que todo era de temer, y vivía sobresaltada desde que á Regalado se le había metido en el magín casarlo con la coja.
Era la vida brutal, la ley del destino sorda e inexorable, y la venganza no está obligada a más equidad que esa justicia ciega cuya espada de dos filos hiere casi siempre al inocente con el culpable. ¿Qué le iba a hacer ella? ¿Salvar al uno para salvar a la otra? ¡Engaño! ¡Piedad ridícula de los débiles que causa la audacia implacable de los fuertes!
Rechazada por la familia que había sustentado en días tristísimos de miseria y dolores sin cuento, no tardó en rehacerse de la profunda turbación que ingratitud tan notoria le produjo; su conciencia le dio inefables consuelos: miró la vida desde la altura en que su desprecio de la humana vanidad la ponía; vio en ridícula pequeñez a los seres que la rodeaban, y su espíritu se hizo fuerte y grande.
Reina, has estado ridícula. ¿Por qué, tío? No se le dice a un joven, que es buen mozo. Pero si me parece que lo es. Motivo de más, para no decírselo. ¡Cómo! contesté yo sorprendida. ¿Entonces debía decirle que lo hallaba feo? No debías de haber tocado ese punto. Ten cualquier opinión, pero guárdala para ti. Sin embargo, mi tío, lo más natural es decir lo que se piensa. No en sociedad, sobrina.
Y, de pronto, recordó la señora sus celos de momentos antes, y la escena ridícula que había hecho a su marido, cuando éste se debatía en las ansias de su crítica situación: le miró, ¡qué pálido y deshecho estaba! ¡qué injusta había sido, y qué tontas son las mujeres celosas! Se acercó al lecho. Y yo que creía... dijo, ¿me perdonas, Bernardino?
Las mismas imaginaciones, las mismas ideas acudían al alma de los dos, aunque no se veían ni se hablaban. Se sentían rebajados y humillados. Eran juguetes de la casualidad. La voluntad de ellos carecía de firmeza. ¿Había sido ensueño infantil el amor que se tuvieron? ¿Había sido burla ridícula el juramento que se hicieron repetidas veces?
Se burló de sí misma, viéndose a punto de caer en la manía ridícula de ciertas jóvenes que creen que inspiran violentas pasiones. ¿Quién le decía que no se había equivocado en la naturaleza de la emoción que había sorprendido, y que Juan no estaba probablemente tan desesperado como le había parecido? ¡A la verdad, estaba loca! No, seguramente Juan no la amaba, era inverosímil, imposible.
Ni en el cielo ni en la tierra... hay esa justicia ridícula que usted supone... Pero hay otra más grande... y se va a cumplir ahora. Y tantos dolores como usted ha experimentado, ¿serán infructuosos? ¿No se cree usted con derecho a una compensación? No... Soy profundamente culpable por el hecho de haber nacido. Eso es horrible, D. Álvaro, y además absurdo.
Todas estas frases latinas alcanzaron un prestigio tan grande que se miraron como fórmula invocatoria irresistible para conquistar la voluntad divina y se llegaron a usar para titular alguna secta ridícula como la de los Colorum, cuyo nombre viene de la mala pronunciación del "Secula seculorum" con que terminan muchas oraciones latinas incomprensibles pero usadas por la ignorancia de muchos.
Palabra del Dia
Otros Mirando