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Actualizado: 8 de junio de 2025
Si no quería o no podía aceptar el ser suya, como él había esperado, la quedaba todavía otro camino: huir, desaparecer, pero sin renunciar a la vida. ¿No era ese el camino? Vérod se sentía vacilante asaltado por la duda, lleno de ansiedad. La eficaz virtud del ejemplo había iluminado y dado seguridad a su juicio respecto a los más graves problemas humanos.
»Quizá no me crea usted, Antoñita, pero le aseguro por mi honor que acordándome de la promesa que yo había hecho al doctor, quise en un principio renunciar a aquella hora de dicha con que Magdalena me brindaba y por la cual habría dado gustoso en cualquiera otra ocasión un año de mi vida.
Imperdonable sería renunciar al disfrute de estos tesoros y á la influencia reformadora, que, en la depuración del gusto dramático, tendría el conocimiento de esas composiciones tan notables, y escritas todas para la representación, no para la lectura.
La gente se apiñaba en torno suyo, le sitiaba su casa, pero él se obstinaba en guardar silencio. Con una aspereza, de que él sólo era capaz, mostraba la puerta a los preguntones importunos. El mismo día había echado al fuego la carta de Olga, pues temía que la justicia viniera a pedírsela. Por otra parte, la causa de la muerte era tan evidente, que se había podido renunciar a hacer la autopsia.
Iba á recibir buenas noticias de un momento á otro; tal vez aquella misma noche. Era un hombre, y por mucho que amase á su madre acabaría por amar á otra mujer con mayor vehemencia, creándose una vida aparte, como todos los demás. Y tú, que aún puedes considerarte joven, que tienes derecho á largos años de ventura, ¿quieres renunciar á todo, como una vieja?... ¿Por qué? ¿Qué adelantas con eso?...
Si aquélla es de gancho, cede al esfuerzo, y se la baja hasta el suelo con cuidado para que no haga ruido, para lo cual se afloja una de las puntas de la faja poco a poco; si es de las que tienen candado, es mejor renunciar al golpe: la puerta es infranqueable.
Provinciano de éstos había capaz de renunciar a la esperada credencial con tal de poder contar en su pueblo que había sido dueño de cualquiera de aquellas infelices, condenadas a estar siempre haciendo muecas voluptuosas con la cara pintada y trenzados con las piernas presas en las desvergonzadas mallas.
Usted hubiese encontrado en mí una criada sumisa y pronta a embellecerle todos los minutos de la vida. Hay que renunciar a ello; vuelvo a caer en mi miseria... CIRILO. ¿Por qué no intenta usted siquiera un esfuerzo...? LEONIE. Le repito que no resulta práctico.
Segura ya del perdón de aquélla, pasó la vizcondesa al terreno de las recomendaciones, de los consejos, de las súplicas, repitiendo bajo otras formas lo mismo que había dicho a Pierrepont, poniendo en antecedentes a su amiga de lo que conviniera con el marqués y procurando hacer comprender a aquélla, como Pedro por su parte lo comprendía también, que, al renunciar a lo imposible, al aceptar lo irreparable, encontrarían todavía algunos encantos en su recíproca situación, encantos sin duda melancólicos, pero puros y profundos en su misma poética nobleza.
El carácter de la ciudad es serio y grave, los domingos horriblemente tristes, solo el comercio, y nada mas que el comercio, constituye la vida inglesa: aunque hay teatros y diversiones, excepto los domingos, es inútil buscar la alegría, no se halla en parte alguna: es difícil, sino imposible, comer á gusto del individuo: en una palabra, Lóndres no hace nada por los extranjeros; Paris, todo: en la capital de Francia encuentra el viajero la realizacion de todos sus gustos, su manera de vivir; en la capital inglesa, es preciso plegarse al ajeno estilo, renunciar á lo conocido y agradable: en Paris se olvida uno si ha salido de su patria, en Lóndres nunca se deja de ser extranjero.
Palabra del Dia
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