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Actualizado: 8 de junio de 2025


Para oír otra vez de tus labios la palabra infame que me has dicho en el salón. ¿Crees, por ventura, que no vale la pena de repetirse? ¿Crees que puedo renunciar a todo un pasado de amor, a todo un porvenir de dicha, a todos los sueños gratos de mi vida sin llamarte infame, cien veces infame, mil veces infame, ahora aquí entre los dos, después en plena tertulia, después ante el mundo entero?... ¡Ven, ven, miserable!... ¡Ven, a que te lo llame delante de todo el mundo!...

Ya que no había que temer á los castigos, ¿para qué renunciar á la satisfacción de los apetitos? ¿Por qué imponerse privaciones respetando á los semejantes?... ¡A burlarse de nuestros antecesores, unos tontos que contenían sus pasiones por la esperanza del cielo ó el miedo al infierno!

En lo profundo de su corazón y medio sofocado por el deseo apasionado y el temor, estaba el sentimiento de que no debía esperar aquellos desenlaces, que tendría que aceptar las consecuencias de sus actos, reconocer a su mísera esposa y devolver sus derechos a su hija abandonada. Sin embargo, no tenía bastante valor moral para encarar la posibilidad de renunciar voluntariamente a Nancy.

Pensaba ya don Germán en volverse a Madrid y renunciar a sus placeres campestres cuando recibió un telegrama urgente de Tristán concebido en los siguientes términos: «Vente en el primer tren. Urge mucho tu presencia aquíJustamente acababa de almorzar; eran las doce y media y el primer tren para Madrid salía a la una. Mandó enganchar a toda prisa y se trasladó a la estación.

Luego de renunciar al título de archiduque, para llamarse simplemente Juan Ort, corría los mares en un lujoso yate, acompañado de hermosas mujeres y de músicos. Un día circulaba la noticia de que el buque se había perdido, con todos sus tripulantes, en el cabo de Hornos, al pasar de una costa á otra de la América del Sur.

Durante un minuto tuvo miedo y quiso renunciar al papel que se había propuesto representar; pero su oficio de profesor era tan odioso para él, tan monótono y aburrido, que le gustaba, aunque sólo fuera por un rato, cambiar de pellejo.

Y allí envió el pliego, certificado en toda regla. <tb> A las pocas semanas de esto llegó Cristeta, triste de ánimo y desmejorada de cuerpo. Lo primero que hizo fue comunicar a sus tíos que había formado irrevocable propósito de renunciar al teatro.

Pero antes de alejarse dos kilómetros de la casa, Venturita se manifestó enteramente rendida. Le era imposible dar un paso más. Se vió precisado a traerla en brazos y a renunciar a su favorito recreo. Doña Paula, que había mirado con hostilidad aquel matrimonio, no habló de ir a ver a los novios hasta después de pasados muchos días.

Ha habido que renunciar a las prácticas del catolicismo español antiguo, sano, francote y serio: un catolicismo como si dijéramos de panllevar, para atraer a la gente, dándole cantos bonitos en lengua común.

La oportuna carta de la reina Isabel podía explicarla por completo, porque el olvido de la abdicación quedaba con ella satisfecho; y desagraviada Currita, pudo a tiempo renunciar a su revancha.

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