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Actualizado: 4 de junio de 2025


El discurso siguiente de Ludovico, empleando colores muy vivos, nos traza ese hecho, no contrario á la naturaleza, pero que, sin embargo, nos extraña, á pesar de su conformidad con las ideas católicas, entonces reinantes en España, y cuyo fundamento es la existencia de un criminal, que persiste, con plena conciencia de lo que hace, en perpetrar los mayores delitos, y firme, en el fondo de su alma, en la fe de la Iglesia.

En cuanto á la crítica, las preocupaciones reinantes en Francia han sido obstáculo, hasta los tiempos modernos, de que estimasen como debían, con toda libertad, el mérito del teatro español; pero desde época antigua manifestaron siempre aprecio y admiración por el mismo.

Su padre había cerrado la taberna, muerto de miedo; y desde una ventana de arriba había declarado al pelotón de curiosos que le apostrofaban desde abajo, que estaba dispuesto a comerse todos los ejemplares del periódico que se le presentaran, si con ello se calmaban las iras reinantes contra él.

Por lo tanto, puedes considerar ya á tu amigo Homobono hecho un diputado y sentado en los escaños del Congreso, no para ser, como la inmensa mayoría de nuestros políticos, un fiel observador del derecho y estado reinantes, sino para pensar y obrar en el espíritu del derecho eterno.

Debemos considerar al marqués de Villena como al más antiguo maestro de este género, pues su larga vida alcanza hasta el siglo XV y comprende parte del XIV. Este hombre distinguido, enlazado con las dinastías reinantes de Castilla y Aragón, y de gran influjo en ambos paises, se aprovechó de ella para favorecer en cuanto le fué dable el desarrollo del arte, restaurando en Barcelona la Academia instituída á imitación de la de juegos florales de Tolosa, y fundando otra análoga en Castilla.

En la época en que florecieron los primeros teólogos cristianos, el más abyecto servilismo, el servilismo oriental refinado por los sutiles griegos de la decadencia, estaba de moda en el mundo, que levantaba templos a los emperadores reinantes para rendirles culto, y para endiosar a Dios en las formas del tiempo, los cristianos llevaron el ceremonial del miedo a su señor celestial hasta los últimos límites de lo posible, hasta los últimos extremos de lo repugnante y de lo absurdo, como si Dios hubiera "hecho a los hombres a su imagen" para que fueran su antítesis; pera sacrificarlos en holocausto a mismo como Saturno a sus hijos; para degradarlos, levantando con su omnipotencia caprichosa más alto en la segunda vida a los que de "motu proprio" hubiesen caído más bajo y más sucio en la primera; como si los hombres hubiesen recibido en la existencia la carta del negro, no para que la disfrutasen, sino para que la padecieran como una sentencia de oprobio, por "el delito de haber nacido del pecado original".

El diverso origen del rey y de la reina hace que sus tendencias, deseos, ideas, gustos, sentimientos, humor y emociones sean distintos. Los príncipes reinantes de cada país derivan de los diversos tronos conflagrados. Y así, al tratarse de entrar o no entrar en la guerra, la reina puede preferir un grupo de beligerantes y el rey otro.

No habría sido viable en tal ambiente sin asimilarse alguna parte del mismo que sirviera de puente entre lo viejo y lo nuevo; fue así como una gran parte de las divinidades perversas de la antigüedad, a las que se había transferido el terror de los salvajes a lo desconocido, haciendo la carrera de las ostras, que empezaron por ser humilde plato de los desheredados para terminar en preciado manjar de los pudientes, han llegado a ser las columnas maestras en que descansa el poder de la Iglesia, de las clases privilegiadas y de las familias reinantes.

Si se perdía la cosecha del maíz por la sequía; carta. Si los vientos reinantes eran del Noroeste; carta. En fin, no acaecía suceso en el suelo o en la atmósfera de la villa digno de mención, que no la recibiese de la diestra y bien tallada pluma de nuestro comerciante.

El médico de su honra . Esta es una tragedia horrible, repugnante y ofensiva á nuestras ideas, pero vaciada en el molde de las morales, reinantes entonces en España, con arreglo á las cuales el sentimiento del honor degenera en verdadero fanatismo.

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