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Actualizado: 7 de mayo de 2025


El agua, sobre todo, fluyendo y charlando hoy como fluía y charlaba en 1558, sin respetar ahora el silencio de muerte que ha sucedido en aquella soledad al antiguo esplendor y movimiento, recordábanos estos hermosos versos con que nuestro inmortal Quevedo acaba un soneto titulado: A Roma sepultada en sus ruinas: «Sólo el Tibre quedó, cuya corriente, Si ciudad la regó, ya sepultura La llora con funesto son doliente. ¡Oh Roma!

General Eusebio Hernández. General Enrique Loinaz del Castillo. General Salvador Cisneros Betancourt. General Manuel Piedra. General Gerardo Machado. General Domingo Méndez Capote. General Fernando Freyre. General Alfredo Rego. General Pedro Delgado. General Agustín Cebreco. General Alberto Nodarse. General Eduardo Guzmán. General Manuel Delgado. General Carlos González Clavel.

Valeria oyó aquello como reo de muerte que escucha su sentencia; se arrodilló a los pies de la madre, le regó las manos con lágrimas, le besó el hábito, y al fin cayó al suelo desmayada. Hubo que llevarla a la enfermería, donde pasó tres días con fiebre y delirio.

Esta mañana Cuando tocaba á vuelo la campana Y tronaba la salva del cañon, Sintió fuego patriótico en el alma Y cual hojas al tronco de la palma Su valerosa prole le rodeó. Sobre su calva é inspirada frente Relucía la chispa refulgente Que fijó con su dedo el Hacedor: Abrió sus ojos á la luz süave, Y arrojó una mirada dulce y grave A sus retoños, que en amor regó.

Lavalle, tu cabeza De penas fué calvario, Y vaso lacrimario Tu grande corazon: Y los cautivos pueblos Vertieron en tu seno El llanto de amor lleno Que el pueblo derramó. Luchando cuerpo á cuerpo Caiste en noble guerra, Sobre la misma tierra, Que tu sudor regó. Y el corazon del mártir Que atesoraba el llanto Un génio sacrosanto Del cuerpo arrebató.

Mas nosotros tenemos el entendimiento del Cristo. 3 porque todavía sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y divisiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4 Porque diciendo el uno: Yo cierto soy de Pablo; y el otro: Yo de Apolos; ¿no sois carnales? 6 Yo planté, Apolos regó; mas Dios ha dado el crecimiento.

¡Señor decía para , qué felices son los madrileños, que tienen la gloria de poder llamar compatriota suyo al bendito Isidro, y poco menos á la bendita María de la Cabeza! ¡Qué dicha la suya, pues pueden desde su propio hogar contemplar todos los días los campos donde vivieron en carne mortal los santos labradores! ¡Y con qué santo regocijo y piadoso recogimiento de espíritu discurrirán por aquellos campos, pondrán su planta donde Isidro y María pusieron la suya, y se inclinarán á cada paso á besar aquella tierra, que Isidro regó con su sudor y los ángeles santificaron con su presencia, bajando á ella para regir el arado del bendito labrador!

El sueño dorado de toda la vida de Traga-santos había sido ir á Madrid, gustar en su propio manantial el agua brotada milagrosamente al golpe del regatón de Isidro, y orar en el templo erigido al Santo en los campos que éste regó con el sudor de su frente.

Los chinos de la otra chalupa trataron de seguirlos; pero los salvajes lograron agarrarla por una de las bandas antes de que se alejara de la orilla y la volcaron con todos los desgraciados que conducía. ¡A la lantaca, Horn! dijo el Capitán con acento desesperado . ¡Apunta bien! Soltó Horn el remo; cargó rápidamente el cañoncito y regó la playa con una rociada de balines.

Los de don Casimiro resistían poco y se ponían en un momento en vergonzosa fuga: pero como D. Fadrique se aventuraba siempre más de lo que conviene á la prudencia de un general, resultó que dos veces regó los laureles con su sangre, quedando descalabrado.

Palabra del Dia

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