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Actualizado: 8 de junio de 2025


A pesar de los sufrimientos de su esclavitud, cada día mayores, Simoulin decía de pronto, mirándole con ojos severos: Pero ¿dónde tenía usted la cabeza?... ¿Qué se propuso usted al lanzar aquellos gritos absurdos?... ¿Quería usted mi muerte y la de tantos infelices? Al terminar la guerra recobró poco á poco la ciudad su antiguo aspecto.

Comprendiendo de una vez toda su desgracia, cayó al suelo como herido por un rayo. Estuvo algunos días entre la vida y la muerte. Cuando recobró el conocimiento, hizo telegrafiar a su cuñado D. Martín, el cual se presentó inmediatamente y le condujo a Peñascosa.

Porque zaherí á vuestro padre en un romance, escrito por mi desesperación y por mis celos, cuando os vi casada con don Fernando de Castro, hanme tenido dos años preso entre frailes; porque recobro la razón y tengo valor bastante para apartarme de vuestros brazos, dejando en ellos mi vida y mi ventura, me prendéis vos.

Pasado cierto tiempo, indeterminado para ella, recobró sus sentidos y pudo moverse, apreciando fácilmente la realidad. «¿Quién eres ? preguntó a Encarnación, única persona que estaba a su lado . ¡Ah!, ya te conozco... ¡Qué tonta soy! ¿No está mi tía?». Díjole la chiquilla que la señá Segunda había bajado al mercado, y que subió con la leche para el niño, y después se volvió a marchar.

Después que recobró el conocimiento dijo los motivos que había tenido para arrojarse al estanque. Debía tres duros al joven que le perseguía; no podía pagárselos, y aquél, enfurecido, salió de la tienda para pegarle. En parte por miedo y en parte por desesperación había querido matarse. El hortera, a quien los guardas del Retiro habían detenido, no negó lo que su deudor decía.

Finalmente, con algunas frutas ásperas y desabridas al paladar, se recobró á sus fuerzas antiguas, echando Dios su bendición en aquel remedio, más á propósito para enfermar á los sanos que para sanar enfermos.

La fama de su grandeza se dilata por el mundo, y solicitan su amistad los soberanos de Constantinopla, de Alemania, Francia, Esclavonia, Italia, Navarra y Barcelona; los embajadores estrangeros regresan á sus córtes admirados de la cortesía y suntuosidad con que fueron recibidos: un rey cristiano destronado refiere como obtuvo de él agasajadora hospitalidad, y confiesa que por su mediacion recobró la perdida salud y el trono.

Recobró parte de sus fuerzas, algo del buen humor, y las presunciones de próxima muerte se desvanecieron en su espíritu. Mas no por esto desistió de llevar adelante un plan que había llegado a ser casi una manía, absorbiendo todos sus pensamientos.

Su exaltación al proferir estas palabras era inmensa. Enrojeciósele el rostro y sus ojos se inyectaron mientras con las manos crispadas palpaba la cabeza del niño. De tal modo que éste, asustado, se echó a llorar. D. Pantaleón recobró instantáneamente la calma y, abrazándole y besándole, le bajó acto continuo a su casa. Pero no sosegó desde entonces.

Un extraño temblor le hizo dar diente con diente; sintió la frente bañada por un sudor frío; se le turbó repentinamente la vista, y cayó al suelo sin conocimiento. Cuando lo recobró, estaba en brazos del sacristán y dos o tres labriegos que por allí andaban. Le habían bañado la cara con agua fría, le abrieron la sotana y le quitaron el alzacuello. Uno le echaba el humo del cigarro a la nariz.

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