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Actualizado: 8 de junio de 2025
Y con su vida regular y morigerada recobró la salud, que nunca había sido muy fuerte y que habían estragado las excitaciones constantes de la existencia de calavera, para la cual no había nacido. Porque, si bien era lindo mozo, agraciado y simpático, tenía más de enclenque que de robusto. Era de genio manso, suave e inclinado a la quietud y a la paz.
El vicario sintió la más tierna compasión; pero recobró su brío al ver que el enemigo se rendía. Pepita, niña dijo , vuelve en ti: no te atormentes de ese modo. Considera que él habrá luchado mucho para vencerse; que no te ha engañado; que te quiere con toda el alma, pero que Dios y su obligación están antes. Esta vida es muy breve y pronto se pasa.
En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un instante muy inferior en todo a doña Beatriz. Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del amilanamiento, del desmayo en que había caído.
Cuando tropezó con Andrés y le vio al lado de Rosa, no pudo reprimir un movimiento de sorpresa; pero al instante se recobró y les tendió el escapulario, que ellos besaron devotamente.
Sin embargo, procuró por todos los medios que estuvieron á su alcance, introducir la paz entre sus hijos, ni siéndola posible lograrlo por algun tiempo: la archiduquesa tenia una herida que no era fácil cicatrizar. Por fin, alcanzaron sus sùplicas hacer la reconciliacion. Se unieron los esposos, pero no por esto recobró Doña Juana su tranquilidad.
Por fin se deshizo el grupo, la muleta quedó en el suelo como un harapo, y el lidiador, libres las manos, salió tambaleándose por el impulso del choque, hasta que algunos pasos más allá recobró el equilibrio. Su traje estaba en desorden; la corbata flotaba fuera del chaleco, enganchada y rota por uno de los cuernos. El toro siguió su carrera con la velocidad del primer impulso.
Volvió a caer sentado en la mecedora, y aliviada su angustia con la laxitud del ánimo, que ya no luchaba con la impotencia de la voluntad, recobró parte de su vigor el sentimiento, y el dolor de la traición le pinchó por la vez primera con fuerza bastante para arrancarle lágrimas. Lloró como un anciano, y pensó en que ya lo era. Jamás se le había ocurrido tal idea.
Se creyó que era un síncope producido por la fatiga. Transportósela a su cama, donde luego, merced a los cuidados de Cecilia, recobró el conocimiento. Pero no la facultad de hablar. La infeliz señora no pudo ya articular palabra. Así estuvo dos días, sin que los esfuerzos de don Rufo, ni los de otro médico que llegó de Lancia, lograsen poner en movimiento aquella lengua, que se había paralizado.
¡Creíais, creíais!... Pues tened cuidado con creer estupideces. El duque recobró el uso de la palabra. ¡Sabéis, hijos míos, que gastáis unas bromas ligeras con vuestros compañeros!... ¡Ponerles la muerte delante de los ojos! ¡La muerte! exclamó el minero que había hablado. No, señor duque dijo el director . Si no echan los taquetes nos hubiéramos bañado hasta la cintura. ¿Nada más?
En cuanto abrió la puerta de la torre y se encontró en la nave Norte de la iglesia, recobró la sonrisa inmóvil, habitual expresión de su rostro, cruzó las manos sobre el vientre, inclinó hacia delante un poco con cierta languidez entre mística y romántica la bien modelada cabeza, y más que anduvo se deslizó sobre el mármol del pavimento que figuraba juego de damas, blanco y negro.
Palabra del Dia
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