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Actualizado: 16 de junio de 2025
Adelantó con indecible majestad, como el león hacia su hembra; hubo en su actitud impulso de amante y arrogancia de señorío. Carola, miserablemente asustada con aquello de la traslación de estanco y penuria del nuevo establecimiento, comprendió que el odre estaba seco. Ni corsé, ni cenas, ni recibo de inquilinato... no pudo más.
Mirolas Isidora con codicia, alargó su mano hacia la mano de Augusto... De repente se contuvo diciendo: «No; todavía soy noble. ¿En qué consiste tu nobleza? En que no recibo limosna... Pero por ser de ti...». Vacilaba, mirando alternativamente al rostro y la mano de Miquis. De súbito lanzó una exclamación no muy delicada y dijo: «¿Sabes?..., ya se me ha ido la delicadeza. Venga el dinero».
Sí; sí, señora... anoche se me presentó el tal Gabriel y me dijo que una dama encubierta, con trazas de muy principal, había ido á casa de una tal María Suárez, mujer de un escudero llamado Melchor, y sin descubrirse pidió mil y quinientos doblones, por los cuales se darían tres mil pasando un mes, mediando un recibo de la reina. ¡Ah!
Se conoce que acaba de llegar. Es chiquitín, regordete, colorado como una remolacha, y se sonríe como si estuviese contento. Está, sin embargo, de luto. Mira, Juana, yo no tengo gana de recibir visitas. Dile que me duele la cabeza, que vuelva otra vez si tiene algo importante que decirme, que hoy no recibo.
-No sé, señor, en mi ánima -respondió ella-; también yo lo escucho, y en verdad que, aunque no lo entiendo, que recibo gusto en oíllo; pero no gusto yo de los golpes de que mi padre gusta, sino de las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras: que en verdad que algunas veces me hacen llorar de compasión que les tengo.
Así, al mirar a Antoñita, no podía Amaury disimular su ansiedad. La joven vio su mirada y, como si la hubiese comprendido, dijo con voz temblorosa: Tío mío, le agradezco en el alma lo que por mí quiere hacer y recibo de rodillas sus paternales consejos, tan sagrados para mí; pero déjeme tiempo para pensar en ellos.
Eran las seis. Pasó por delante del conserje, que le dijo: Señora Hawkins viene usted con mucho adelanto. Aquí tiene su llave. La doncella no ha llegado todavía. ¿Va usted á comer en su cuarto? Lea no respondió y subió la escalera que conducía al primer piso. Siguió un largo pasillo, abrió una puerta y entró en la habitación que le servía de salón de recibo.
Y era tanto más fácil este grabado cuanto que don Paco no sólo estaba muy de recibo, sino que tenía hermosa presencia y la merecida reputación de ser el hombre más entendido y discreto de Villalegre. Además, doña Agustina y doña Inés lo sabía de buena tinta estaba harta de viudez y de tener el corazón vacío o como tabla rasa y lisa, y deseaba hallar algo digno de que en él se grabase.
No pienso respondió ella sin dejar de mirar el horizonte, recibo emociones; me son muy dulces porque vienen de la calma y de la inmensidad. No sabría explicar mis ideas o mejor dicho, las sensaciones que se suceden en mí, mientras admiro estos efectos de luz. Son impresiones fugaces que se forman y se transforman tan rápidamente como los contornos de aquellas nubes.
He visto en vos, señora... ¡la verdad es que no he visto nada fuera de vuestra hermosura, que es divina! Pero... mi hermosura sola no hubiera causado en vos... en fin, no hablemos más de esto... os recibo por mi amigo.. conozco que os apreciaré... os apreció ya, no sé por qué... sobre todo, no me gusta una guerra fatigosa, un galanteo que á nada conduciría, porque es una locura.
Palabra del Dia
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