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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Después de llamar dos veces, la voz de Encarnación le respondió al través de los agujeros de la chapa: «La señorita ha salido. Me ha dejado encerrada». ¡Ha salido!... ¡Dios nos asista!... ¿Pero es eso verdad, o es que no quiere recibirme? No, señora, no está. Dijo que volvería pronto. Echó la llave con dos vueltas. ¿Y el niño? Sigue tan dormidito.
Cuando yo dormía en casa de Poenco, fue allá y me sacó las llaves del bolsillo... No podía haber sido otro. ¿Le viste tú entrar? Sr. D. Diego, quiero ver a la señora condesa para hablarle de un asunto que a esta familia, lo mismo que a la de Leiva, importa mucho. ¿Tendrá la señora la bondad de recibirme?
Le anunciaba su intención de irse al campo, por una temporada muy larga. "Hágame saber, concluía, si podrá recibirme en su casa. Es una súplica; en caso de no obtener contestación iré a casa de Charito, de todos modos, esta noche, por si usted resuelve hacerme la caridad de atender algunas últimas palabras mías". ¡Pobre muchacho! suspiró Raquel. Pero tú no debes ir, porque sería alentarlo.
No distinguí la brillante concurrencia que llenaba el templo, y apenas vi al venerable cardenal cuando dejó su solio para recibirme. Y al verme, sus mejillas palidecieron de repente y el casco se le escapó de las manos y cayó ruidosamente al suelo. Era indudable que hasta aquel momento no había creído en la presencia del Rey en Estrelsau. No recuerdo cosa alguna de lo que sucedió después.
Pero jamás me conformaría yo a ser recibida en ese círculo por indulgente piedad; a que ese círculo descendiese de su nivel para recibirme, a que entendiesen los que viven en él que con su trato me purificaban o me realzaban. Para esto prefiero estar donde estoy, y aun me resignaría a estar mucho más abajo. Completa es, por lo tanto, mi conformidad con mi posición y con mi suerte.
Sospecho que el clérigo, al oír llamar, había mirado por la celosía de madera que cubría las ventanas de la casa y me había visto. Entonces le entregué la tarjeta y dije que aguardaba contestación. No se hizo esperar mucho. La sorda acudió a decirme que «tuviese la bondad de subir». D. Sabino salió a recibirme fuera de la sala con sotana y gorro. Había cambiado la decoración.
En tu busca vengo; si me rechazas, no me queda más sitio para morir que la cárcel o un hospital, si es que quieren recibirme en él al conocer mi nombre. Y Gabriel, fatigado por sus palabras, tosía dolorosamente, resonando su pecho como si el aire se deslizase por tortuosas cavernas.
Y la de Vargas: ¡Siempre la misma! no sé cómo he podido yo figurarme que iba a recibirme de otra manera... ¡si no tiene corazón! ¿Por qué no habré escuchado a Pablo? me he humillado inútilmente... tres puntos en la lengua me daré, antes de pedirle nada; además... ¡están arruinados! era cierta la quiebra. Quisiera estar a cien leguas, no haber venido. ¡Ah, Quilito, Quilito!
Jamás he sentido tanto pesar en dejar un sitio. No vaya usted a creer que es a causa de las diversiones de la playa; es usted, exclusivamente usted quien me retiene. De estos días pasados a su lado conservo tal impresión de encanto que no quiero salir de Etretat sin que usted me autorice a verla en París lo más pronto posible. La señora de Chanzelles ¿querrá recibirme? ¿se lo preguntará usted?
Señorita Sol, ¿qué me le ha hecho a mi Lucía? ¿Por qué no sales a recibirme? ¿para castigarme porque por verte hoy he andado veintidós leguas en mula? A Lucía se le veían temblar los labios imperceptiblemente, y como crecer los ojos. Su mano se sacudía entre las de Juan, que la miraba con asombro. Sol hacía como que sobre una mesita un poco alejada arreglaba las flores de un vaso.
Palabra del Dia
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