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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Sin duda su amo se había desahogado contra después de la primera visita; y desde luego me dijo, cuando yo le hube preguntado por el capellán a grandes gritos, que no se le podía ver, por hallarse rezando. Repliqué que de todos modos le avisase para después que concluyese. Vino diciendo que ni ahora ni después podía recibirme.

Magdalena no podía recibirme. Apareció cuando escuchaba yo tales explicaciones y el señor De Nièvres se marchó en seguida.

En cuanto a esa señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo que deciden. Yo, ¿qué he de decidir? Nada. ¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que estimen oportuno.

Con gran trabajo, porque se negaba á recibirme, anoche, ya tarde. ¿Y qué pasó en vuestra visita? Díjela que un altísimo personaje me enviaba á ella, y en prueba de su estimación me mandaba entregarla una alhaja de gran precio. Entonces la la gargantilla. Alegráronsela los ojos; pero puso dificultades... me dijo que no conociendo á quien aquél regalo la hacía, no debía recibirle...

¿Pero y si esa dama se negase á recibirme? ¿No decís que tiene dueña? , señor. Pues bien; tomad para la dueña. El duque abrió otro cajón, sacó de él algunas monedas de oro, y las puso formando una columna bastante respetable en el borde de la mesa del lado de Montiño. El cocinero miró con codicia el oro; pero no le tocó. Guardad eso le dijo el duque , y además... me olvidaba... tomad.

La gente del pueblo es curiosa... Vendrían las hablillas... después el escándalo... Opino que deberíamos aguardar un rato a que concluyera de oscurecer, o mejor aún, que yo fuese por delante a tantear el asunto... ¡No! ¡no! exclamó la dama. No le prevenga usted. Se negaría a recibirme. Es necesario cogerle de improviso; aprovechar el primer movimiento de su corazón, que es generoso.

Y entrará Juana, diciendo: «¡Señora... ya vino el charro!» Y usted, tía Pepilla, usted saldrá corriendo a recibirme y abrazarme, o se asomará usted a la ventana para verme llegar, y ver a todas las muchachas que han de mirarme con tamaños ojos, como diciendo: «¡Qué reguapo!» Y entraré, sonando las espuelas, y ustedes se pondrán muy alegres. Y... ¡chas! ¡Ahí está el chorro de pesos!

Por fin Carlos rompió el silencio diciendo: No podía desairar a D. Felicísimo... por eso te he recibido, exponiéndome a las consecuencias de este mal rato. Ya sabes que estoy enfermo y el médico dice que no debo incomodarme. Eso depende de ti. Yo vengo con bandera de paz y decidido a no incomodarme. Has hecho bien en recibirme.

Palabra del Dia

ciencuenta

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