Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de junio de 2025
Entonces, satisfecho, el príncipe Tong permitió que se hiciese la requisitoria imperial: centenares de escribientes palidecieron noche y día, con el pincel en la mano, dibujando consultas sobre papel de arroz; misteriosas conferencias susurraron insensatamente por todos los distritos de la Ciudad Imperial desde el Tribunal Astronómico hasta el Palacio de la Bondad Preferida; y un ejército de koolíes transportaba desde la legación de Rusia hasta los Kioscos de la Ciudad Interdicta, y de aquí al Patio de los Archivos, parihuelas que crugían bajo el peso de los legajos de viejos documentos.
Bien pronto, amplias fajas de un rojo vivo y dorado surcaron el cielo, las estrellas palidecieron y desaparecieron, el sol se anunció por un incendio lejano y luego se elevó lentamente sobre las aguas azules e inmóviles del Océano, que pareció cubrir de un velo de púrpura. La calma continuaba siendo completa y el brick permanecía en la misma situación que desde la noche.
Luisa parecía más muerta que viva. Sobre todo dijo Juan Claudio dirigiéndose a Catalina , que nadie salga; ¡que nadie se acerque a las ventanas! Y acto continuo salió al pasadizo. Cuantos presenciaron la anterior escena palidecieron intensamente.
Se le hubiera creído un esqueleto animado de vida, pues se había pintado con tierra amarilla, una especie de ocre, sin duda, las costillas y los huesos. No iba armado; pero en la mano, pendiente de un bastón, llevaba un trozo de corteza de árbol, de un color y forma particular. Los chinos, al ver aquel extraño emblema, palidecieron, murmurando: ¡El wai-waiga!
No distinguí la brillante concurrencia que llenaba el templo, y apenas vi al venerable cardenal cuando dejó su solio para recibirme. Y al verme, sus mejillas palidecieron de repente y el casco se le escapó de las manos y cayó ruidosamente al suelo. Era indudable que hasta aquel momento no había creído en la presencia del Rey en Estrelsau. No recuerdo cosa alguna de lo que sucedió después.
Sabían que los depósitos comunicaban con las alcantarillas, y ya dos o tres veces palidecieron creyendo ver cruzar una sombra negra, que no era sino la temblona silueta de alguna planta parásita, dibujada en el muro por las luces. De improviso, ambas exhalaron un grito; no cabía duda; sonaba el chillido agrio y agudo de la rata.
Palabra del Dia
Otros Mirando