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Actualizado: 6 de junio de 2025
Vamos a ver, Magdalena me gritó desde el umbral de la puerta, vengo a saber por qué desapareces así de la circulación. ¿Por qué no has ido a casa de Petra ni a la de Paulina?... Te hemos echado mucho de menos... Si supieras cómo nos hemos reído... La de Brenay se cree ya suegra del Barón de Erinois; habla de él con un orgullo extravagante y mima a las chiquillas cuanto puede...
¡Y no ve usted que dijo la verdad! arguyó Vérod. ¡Si esa mujer hubiera sabido que Zakunine era inocente, se habría reído al oírle a usted! ¡No lo habría creído! ¡Habría descubierto el ardid! ¿Cómo podría creer que su amigo había confesado una culpa jamás cometida por él?
Otras noches había oído anécdotas parecidas y se había reído; pero aquella noche se ponía de todos colores deseando que a su condenado amigo se le secara la boca. «¡Qué desvergüenza contar aquellas marranadas delante de personas... de personas decentes, sí señor!». Estaba Rubín tan desconcertado como si las dos mujeres allí presentes fuesen remilgadas damas o alumnas de un colegio monjil; pero su timidez le impedía mandar callar a Olmedo.
Don Braulio, a pesar de que había reído las gracias del Conde y estaba contento de que le hubiese escuchado discretear, se escamaba de tanto obsequio y sentía no poco sobresalto de ver cómo se iba metiendo en los trotes del gran mundo; pero no supo resistirse. La Condesa le iba a llevar hasta la casa de ella en su coche.
Miró al techo, apiadándose del marino enamorado que una semana antes habitaba el piso superior. ¡Pobre hombre! ¡Cómo se habían reído de él!... Ulises se admiró á sí mismo como una personalidad completamente nueva, feliz y triunfadora, separado de la otra por un período doloroso de humillaciones y fracasos que no quería recordar.
El guapo se había reído toda la vida de la ciencia mágica de la querida de su amigo: fueron infinitas las bromas que había gastado con ella por tal motivo. Pero ahora, á semejanza de los que maldicen de los médicos y se apresuran á llamarlos en cuanto les duele algo, aceptó el ofrecimiento con alegría y prometió no faltar á la cita.
Todas las miserias de este bajo mundo, todas las injusticias y sufrimientos se olvidaban. Luisa recordaba su niñez, cuando iba sobre la espalda de su madre, la pobre vagabunda, y se decía: «¡Nunca he sido más dichosa, nunca he tenido menos cuidados, nunca he reído ni cantado tanto!
Pero el Capellanet había reído al ver la puerta abierta, y junto a ella, como en otras mañanas, a don Jaime, con el busto desnudo, chapuzándose en un balde que él mismo traía de la costa lleno de agua del mar. No se había equivocado al reírse de los terrores de las mujeres. «A su don Jaime no había quien lo matase. Y esto lo decía él, que entendía de hombres.»
Estamos en la época de los milagros, es preciso convenir en ello; mas, éste no tiene nada de sorprendente. En otro tiempo habríanse reído á las barbas del que hubiera pretendido que animales indóciles á las leyes establecidas, se permitan respirar por la patita. Los bellos trabajos de Milne Edwards han derramado luz sobre este asunto.
Papá ha dicho en broma que el Conde es mi librero. »Ahora sí que es mi librero: me ha pedido permiso para colocar el escudo de la casa Albizzoni sobre su librería, y yo se lo he acordado. ¡Cómo se ha reído! »¡Me gusta tanto ver reír a papá y a su amigo! En las personas que ordinariamente son serias, la risa tiene otro valor, no alegra tanto cuanto enternece.
Palabra del Dia
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