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Actualizado: 17 de mayo de 2025
«Y la juventud huía, como aquellas nubecillas de plata rizada que pasaban con alas rápidas delante de la luna... ahora estaban plateadas, pero corrían, volaban, se alejaban de aquel baño de luz argentina y caían en las tinieblas que eran la vejez, la vejez triste, sin esperanzas de amor.
Triste, cabizbaja, sin poder explicarse el repentino alejamiento de Rafael. Convenía ocultar el suceso, y esto es lo que limitaba la cólera de doña Bernarda en sus rápidas entrevistas con el hijo.
Si se quiere conocer el mayor número posible de pueblos, para poderlos comparar y deducir de su comparacion alguna enseñanza provechosa, es preciso contentarse con rápidas excursiones, hechas, por lo general, en ferrocarril ó á la vapor. Por eso mis narraciones se reducen modestamente á meras impresiones, que en todo caso reclaman la indulgencia del lector.
Más abajo, rápidas pendientes, rebordes de rocas y estribaciones cubiertas de bosques ocultan en gran parte las laderas de la montaña; pero el conjunto parece tanto más alto y sublime cuanto que la mirada abarca solamente una parte, como una estatua cuyo pedestal estuviera oculto; resplandece en mitad del cielo, en la región de las nubes, entre la luz pura.
Eran demasiadas emociones en una noche; primero la vertiginosa marcha por el río a través de la ciudad, entre rápidas corrientes y remolinos, creyendo a cada momento verse tragado por aquel barro líquido sembrado de inmundicias; después la confusión, el esfuerzo desesperado, el bogar sin rumbo por las tortuosidades de la campiña inundada, y ahora, de repente, el piso firme bajo sus pies, un techo, luz, calor y la proximidad de aquella mujer que parecía embriagarle con su perfume y cuyos ojos no podía mirar de frente, dominado por una invencible timidez.
El dolor de Torres, vivo, profundo, desesperado, a todos pareció ridículo menos a mí. Cuando, quebrantado por los sollozos, hablaba de la «Raquel de su alma», los que habían ido a consolarle cambiaban rápidas miradas donde se traslucía una conmiseración burlona. Su pena era tan sincera, tan inmensa, que ni la presencia de Olóriz le estorbaba.
Una luz misteriosa, mezcla de oro de sol y azul acuático, filtrábase por las rendijas, temblando en la blancura de las paredes. Las gaviotas chillaban afuera, y pasando ante las ventanas con aleteo juguetón trazaban rápidas sombras en el muro.
Tocó el timbre, dio rápidas instrucciones a sus criadas, cubrió su cabeza con un gran sombrero de paja y volvió en seguida a reunírsele, diciéndole: ¿No es verdad que Rosalinda se ha embellecido mucho desde que usted no la había visto?
Los tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las demás; y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y certeras de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de las cabezas.
El antimonio presenta en sus efectos, aunque rara vez, un estado febril notable por su intermitencia. Fuera de esta especie de accesos, el pulso es concentrado, pequeño, raro, irregular, ofreciendo unas veces dos pulsaciones mas rápidas, y otras, dos mas lentas; es el pulso completamente abdominal.
Palabra del Dia
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