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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Parecía preocupada, triste, y dirigía frecuentes y rápidas miradas hacia el sitio donde el propio Ramón estaba. Verdad que detrás de él, en un diván, se hallaban sentados Pepe Castro y Lola Madariaga, charlando con gran animación. Pero el concejal no se hizo cargo de esto. Cuando León se levantó, Ramoncito le llevó aparte a un rincón y le dió con frase sentida sus quejas.
Sus contracciones menos rápidas, su vida cautiva, disminuyó su grandor, reduciéndolo de la ballena al elefante. Entonces apareció el elefante de mar.
Unas veces fijaba la vista en la fisonomía varonil y correcta del comandante, cuya barba recortada comenzaba a blanquear por algunos sitios; otras la entornaba hacia la calle, por donde cruzaban sin cesar transeúntes que cambiaban con nosotros rápidas miradas. Cerca de nosotros, en la otra vidriera, había unos jóvenes que hacían muecas expresivas a cuantas mujeres bonitas o feas pasaban.
En esas rápidas peregrinaciones todo interesa, hasta el menor objeto; todo llama la atencion, y el paseante va admirando, en una sucesion de sorpresas é impresiones diferentes, cuanto contiene el Támesis de pintoresco ú magnífico, de opulento ú singular desde la una hasta la otra extremidad de Lóndres.
Y se agitan los disfraces en tumulto pintoresco, y fascinan con sus ropas, con sus ropas policrómicas, con su rostro pierrotesco, y entre rápidas volutas del furioso torbellino, burbujea efervescente, hasta el borde de las copas delicadas y sonoras, la alegría del buen vino.
En las hondonadas profundas se han acumulado los copos en gruesas capas; en las pendientes rápidas bordan ligeramente las hendiduras como tenue velo de encaje; en los abruptos tajos sólo aparecen de cuando en cuando, como manchas brillantes.
Así, en infinita procesión, todo lo que baja por la superficie del agua obedece á la atracción del abismo; todos estos objetos se ven desaparecer como rápidas estrías, como pequeñas visiones que desaparecen en el momento de ser vistas; la mirada misma, arrastrada por la pendiente, por ese pasar desordenado de hojas y archipiélagos de espuma, tiende á descender al abismo hacia el cual todo parece marchar, como si fuese allí, en el rugiente pozo, donde debe hallarse la paz.
El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no dejaba de insistir en su pretensión. De vez en cuando, en los intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras rápidas, dichas casi al oído de ella, le rogaba que le amase. Ella parecía no oír o no entender y no le daba respuesta.
Y sin esperar respuesta del anciano, le tomó por los brazos, haciéndole dar rápidas vueltas. Que me atonta, que me mata esta condenada exclamaba el maestro, describiendo curvas sin poderse defender, ni soltar. ¡Ay, Paquito de mi alma y de mi vida, cuánto te quiero! decía Presentación.
Ferpierre continuaba con redoblada curiosidad la lectura de las memorias, en busca de lo que más urgía. Después de las rápidas alusiones a la catástrofe, el magistrado no encontró más que descripciones de países. La joven viuda llevaba su luto de lugar en lugar, por el Rhin, en Holanda, en Escocia, y sólo en este último país tenían fecha las memorias.
Palabra del Dia
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