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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Resumiendo: el templo de que tratamos sólo es grandioso por el grandor material de su tamaño y por los tesoros que representan tantísimas disformes piedras como se ven empleadas en su estupenda escalinata, en una portada inmensa, en dos recias y vistosas torres, en una ingente cúpula coronada por altísimo cimborio, y en infinidad de estatuas, agujas, escudos, bolas, molduras, balcones y ventanas; que de todo hay en aquella fachada, y todo gigantesco, descompasado, descomunal.....

El exámen de la idea de lo infinito, aunque no tuviese mas objeto que la contemplacion del grandor de la misma, deberia ocupar un puesto preferente en los estudios filosóficos. Si existe en nuestro entendimiento, parece que deberia llenarlo todo; y que ha de ser imposible el dejar de experimentarla.

La luz de una de las lámparas, dejada exprofeso en la otra orilla por la guardiana para que se viese el grandor del depósito, oscilaba en prolongados rieles sobre la triste transparencia del lago, y remedaba, allá a lo lejos, la tea de un sicario en alguna prisión veneciana. Tal era de fantástico aquel lago, que reflejaba un cielo de granito, que la imaginación se fingía cadáveres flotando en él.

No sabemos, ni podemos saber, si esta idea con todo su grandor y fecundidad, existia en nuestro espíritu antes de recibir la impresion sensible: si existia, no teníamos conciencia de ella; bajo este concepto, el decir que es una idea innata, es aventurar una proposicion sin prueba; pero no lo es el afirmar que hay dos órdenes de fenómenos internos totalmente distintos; que la sensacion no ha podido producir la idea; que esta idea es inmensamente superior á la impresion externa, y aun á la intuicion interna sensitiva; y que por tanto, si no existia antes en el espíritu, tampoco ha podido nacer de la sensacion, como un efecto de su causa.

5 Después midió el muro de la casa, de seis codos; y de cuatro codos la anchura de las cámaras, en torno de la casa alrededor. 8 Y miré la altura de la Casa alrededor; los cimientos de las cámaras eran una caña entera de seis codos de grandor. 9 Y la anchura de la pared de afuera de las cámaras era de cinco codos, y el espacio que quedaba de las cámaras de la Casa por dentro.

De las nueve perlas, todas del grandor del fruto del nogal, dos de ellas, una blanca con el oriente más rico, y otra negra con el brillo del ébano, se habían cogido en el mar de Persia; otras dos, una roja como el carmín y otra verde como la esmeralda, fueron cogidas en el mar tempestuoso de la India; otras dos, una azul como el jacinto y otra pálida como el ámbar, se pescaron en el mar grande o del Atlante; dos, entrambas celestes como el cielo, se encontraron en los mares tenebrosos o del Septentrión, y la última, de los colores variados del iris, se ignoraba de dónde fué cogida, aunque los aficionados a lo maravilloso y sobrenatural aseguraban que aquella piedra, única en el mundo, fué encontrada en la fuente Tasnin, que corre en el algerna o paraíso, y traída a la tierra por uno de los genios obedientes a Soleimán, quien añadió así la novena perla al collar de la Reina del Yemen.

Entre las representaciones de una especie de pesadilla angustiosa que agitaba a Perucho, veía el muchacho un animalazo de desmesurado grandor, bestión fiero que se acercaba a él rugiendo, bramando y dispuesto a zampárselo de un bocado o a deshacerlo de una uñada.... Se le erizó el cabello, le temblaron las carnes, y un sudor frío le empapó la sien.... ¡Qué monstruo tan espantoso!

El mundo visible se sulfuró, y, por una reacción violenta, Dujardin los redujo á la última expresión de sencillez. Según él, esos pretendidos órganos sólo lo son en la apariencia. No pudiendo negar, sin embargo, su fuerza de absorción, les concede el don de improvisar á cada momento, estómagos al caso, y del grandor de las partículas que quieren tragarse.

Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria, y así, me han salido al gallarín mis presunciones; pues debiera pensar que al poderoso grandor del caballo del de la Blanca Luna no podía resistir la flaqueza de Rocinante. Atrevíme en fin, hice lo que puede, derribáronme, y, aunque perdí la honra, no perdí, ni puedo perder, la virtud de cumplir mi palabra.

El universo no se ha calcado sobre nuestra experiencia, sino que nuestra experiencia ha dimanado de él: decir que no hay ni puede haber nada sino lo que la misma nos atestigua, es hacer á nuestro yo el tipo del universo, es afirmar que sus leyes están radicadas en nosotros y son emanaciones de nuestro ser: orgullo necio para ese átomo imperceptible que se presenta por algunos instantes en el inmenso teatro de la naturaleza y luego desaparece; orgullo necio, para ese espíritu que á pesar del grandor de su capacidad, siente su impotencia para sustraerse á esas leyes, á esos fenómenos, que segun la monstruosa suposicion, debieran ser obra de él mismo.

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