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Actualizado: 5 de junio de 2025


Así que vagamente nutría en su alma la esperanza de poseer de nuevo á Soledad y hacerla su esposa. Ahora que la sentía perdida enteramente. Sus ilusiones se desvanecían como el humo. Á paso lento recorrió varias calles presa de un abatimiento que le quitaba las fuerzas. Nadie cruzaba á la sazón y libremente podía revolcarse en sus pensamientos dolorosos.

Ballester se había sentado en una silla junto al lecho, y no quitaba los ojos de aquella mujer, que le parecía entonces más hermosa que nunca. «Le daría cuatro besos pensaba ; pero de amistad, de pura amistad, porque me interesa esta infeliz... y digan lo que quieran, no es tan mala como se cree por ahí». Después empezó a dar noticias de la familia y amigos, las cuales oía Fortunata con gran curiosidad. «Doña Lupe, con toda su fiereza, no la olvida a usted.

Subía un repecho y don Fermín veía los bajos irisados de chillona bayeta que mostraba sin miedo Petra, más algo de la muy bordada falda blanca y de una media de seda calada, refinada coquetería que quitaba propiedad al traje y por lo mismo le daba picante atractivo. ¡Qué calor, don Fermín! decía la rubia, enjugando el sudor de la frente con pañuelo de batista barata.

Casi le da al buen señor un ataque apoplético el día 29 cuando se supo en Madrid lo de Alcolea. Madrid se pronunciaba también. Llevó la noticia Paquito, que había pasado por la Puerta del Sol y visto mucha gente... Un general arengaba a la muchedumbre, y otro se quitaba las hombreras del uniforme. Después de esto, la gente corría por las calles con más señales de júbilo que de pánico.

Y él ¿dónde estaba? Conmigo. ¿Conocía usted a la muerta? Nunca hablé con ella. ¿Hoy la vio usted? No. ¿Sabía usted que hacía años que vivía con su amigo, que le amaba, que se amaban? Al prolongar el juez esta pregunta, en la cual hacía especial hincapié a fin de leer en el ánimo de la nihilista, no quitaba los ojos de los de ésta. Pero la joven contestó, impasible: .

Lo que me abrasaba era pensar que estaba enamorada de Don Vela; lo que me quitaba el juicio era imaginar la conformidad de sus voluntades; pero en viendo que estaba forzada, violentada, afligida, que le afeaba, que le ponía defectos, que maldecía á su madre, que infamaba á Gerarda, que quería más á Celia, y que me llamaba su verdad, su pensamiento, su dueño y su amor primero, así se me quitó del alma aquel grave peso que me oprimía, que vían otras cosas mis ojos, y escuchaban otras palabras mis oídos, de suerte que cuando llegó la hora de partirse, no sólo no me pesó, pero ya lo deseaba

El Canónigo la había mandado fondos; mas eran tan escasos que, cubiertas algunas atenciones perentorias, volvieron las escaseces y apuros. Mariano continuaba en la cárcel, y la causa seguía adelante. El interés que el público y la prensa habían mostrado por aquel grave suceso, quitaba toda esperanza de arreglarlo satisfactoriamente.

D. Martín, a quien su alma de héroe no le quitaba de tener muchísimas ganas a la herencia del cuñado, cuya salud era endeble, arrugó las narices y murmuró groseramente: Me tiene sin cuidado. No lo creo; no puedo creerlo, D. Martín.

Muy a menudo andaba Sor Marcela por allí, pues tenía la llave de la leñera y carbonera, la del calabozo y la de otra pieza en que se guardaban trastos de la casa y de la iglesia. Ya cerca de la noche, como he dicho, Mauricia no se quitaba de la reja para hablar a la monja cuando pasaba.

Pero comenzó por entonces la marquesa a sentir muy certeros e incómodos anuncios de otro heredero, y esto la causaba grandes preocupaciones y molestias y «la quitaba el gusto para todo».

Palabra del Dia

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