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Actualizado: 5 de junio de 2025
La muerte, muy próxima, acurrucada sobre aquella joven víctima, quitaba a la aventura lo que, de otro modo, hubiera tenido de irresistiblemente jovial, y la emoción que lo dominaba salvó del ridículo a aquel padre recalcitrante. Por muy tarde que se hubiesen conmovido sus entrañas por aquel pobre ser nacido de él, había sentido, sin embargo, en su corazón la llamada de la Naturaleza.
No le quitaba ojo, admirada de su aire desenvuelto y de lo bien que le caía el traje de etiqueta; la luz del gas le volvía más pálido y señalaba sus profundas ojeras, esa huella de las malas noches que no puede ocultarse.
Las tomaba, las levantaba, las desarmaba con una respuesta sin réplica: como hubiera hecho con una flecha hábilmente esquivada a la cual le quitaba el hierro acerado que podía herir.
Y dicen que mandó tan bien que sus vasallos nunca quisieron más rey que Meñique, que no tenía gusto sino cuando veía a su pueblo contento, y no les quitaba a los pobres el dinero de su trabajo para dárselo, como otros reyes, a sus amigos holgazanes, o a los matachines que lo defienden de los reyes vecinos. Cuentan de veras que no hubo rey tan bueno como Meñique.
Batiste mugió con la satisfacción cruel que produce el goce de lo prohibido. ¡Qué peso se quitaba de encima!... Podían venir ahora los del tribunal y hacer lo que quisieran. Su campo bebía; esto era lo importante.
Pito Salces, que no quitaba ojo a Pepazos ni perdía una sola palabra de las que iba diciendo el mozallón, en cuanto éste cesó de hablar se plantó de un saltó en la orilla de la barranca, y allí se puso a husmear, con la avidez de un perro de buena nariz, en todas direcciones y hasta en las negras profundidades del abismo.
De tal estado pasó a la observación, desarrollándosele esta facultad de un modo pasmoso. Siempre que estaba en casa, no quitaba los ojos de su mujer, estudiándole los movimientos, las miradas, los pasos y hasta el respirar. Cuando comían, le examinaba la manera de comer; cuando estaban en el lecho, la manera de dormir. Fortunata no le miraba nunca.
Elena llevaba uno de sus trajes descotados, á los que agregaba ó quitaba adornos para que diesen diariamente una impresión de novedad. El ingeniero francés y Torrebianca iban puestos de smoking y Pirovani seguía ostentando su majestuoso frac... Pero ya no era el único en lucir esta prenda.
Toda la santa tarde estuvo mi hombre ocupado en el transporte de los ladrillos, y tuvo la satisfacción de que ni uno solo de los setenta se le rompiera por el camino. El contento que inundaba su alma le quitaba el cansancio, y provenía su gozo casi exclusivamente de que Jacinta, en aquel ratito en que le llevó aparte, le había dado un duro.
Después se miraba diez y nueve veces al espejo, se acicalaba, y en el colmo ya del regocijo, les quitaba a los chicos del tercero el tambor con que atronaban la casa toda, y tocaba por los pasillos con furor y denuedo, seguido de la turba infantil y por ésta con alegres chillidos aclamado.
Palabra del Dia
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