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Actualizado: 5 de junio de 2025
Como la crecida de las aguas había suspendido las faenas de las minas y del río, hacía ya mucho tiempo que los medios de diversión se habían agotado en Bar Sansón. Además, la subsiguiente falta de dinero y aguardiente quitaba el gusto hasta la más inocente diversión.
Mientras tanto, Teresa, sin dejar de atender a los convidados y de abrumarles con obsequios, no quitaba los ojos de su marido y de la bondadosa amiga. Doña Manuela experimentaba una profunda conmiseración cada vez que se fijaba en la pobre esposa. ¡Bueno estaba su marido para intentar conversiones!
Era indudable que el espectáculo del oro le quitaba siempre la gana de bromear. Fuese por lo que fuese, la presencia del dinero siempre era cosa muy seria. Aquí están los seis mil; cámbieme usted esta.... Pero... a D. Benito se le atragantó algo muy serio también ; pero.... ¿qué está usted haciendo ahí, criatura?... ¿No le digo... a usted que.... ya no me debe nada? Sr.
Entretanto sus ojos acechaban la casa vecina. ¡Cuán intensa fascinación cobraron entonces para él, en la frescura matinal y entre el canto de los pájaros, aquellas entornadas celosías que le hacían pensar en el sueño de su amada! Cierta tarde, entre un claro del ramaje, vio pasar a Beatriz, que no quitaba los ojos del seto. El mancebo se mostró.
Una tarde, mientras se quitaba el corsé, me dijo: «Mira tú si el Señor es bueno que, según la doctrina, lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas, y fíjate en que no dice sobre todos los hombres.» Los días en que se confesaba me decía entre caricias y besos: «Chico, esto es coser por la mañana y deshacer la labor por la noche.» ¡Pobre muchacha!
Cuando quedaba sólo no buscaba al momento, como antes, una ocupación manual en que entretenerse. Quiso atribuir al calor esta singular postración que experimentaba, y cuando algún vecino después de sorprenderle con los brazos cruzados le dirigía alguna pulla, echaba pestes contra el verano, que le quitaba las ganas de emprender ningún trabajo. Y en realidad, no mentía.
No manifestó siquiera mayor emoción o inquietud que antes: tan sólo se la quitaba cuando iba a hacer uso de ella en el juego. ¿Qué será esto? se preguntaba Miguel todo confuso. ¿Tendrá esta chica ya tanta malicia? ¿Será pura inocencia?
Bien puede sin vanidad ni soberbia exclamar el Padre Rivadeneyra que al mismo tiempo que Martín Lutero «quitaba la obediencia á la Iglesia Romana y hacía gente para combatirla con todas sus fuerzas, levantaba Dios á este santo capitán para que allegase soldados por todo el mundo y resistiese con obras y con palabras á la herética doctrina.»
También había percibido a la mujer que estaba a su lado, porque esta mujer a quien hablaba el duque frecuentemente, no quitaba los ojos del matador. Este se dirigió al duque, y quitándose la montera: «Brindo dijo por vuestra excelencia y por la real moza que tiene al lado.» Y al decir esto, arrojó al suelo la montera con inimitable desgaire y partió adonde su obligación le llamaba.
En el espacio de quince o veinte días le quitaba por un lado toda esperanza de amor, y dábale por otros tres gollerías o momios pecuniarios a cuál más valioso.
Palabra del Dia
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