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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Mientras esto llegaba, proponíase pasar por la calle de Angulema unas diez veces diarias para convencerse de que era Felipe y no otro quien estaba comprometiendo a su pupila.
Pero Golfín no decía nada concreto, sus palabras eran: Contractibilidad de la pupila... retina sensible... algo de estado pigmentario... nervios llenos de vida. Pero el fenómeno sublime, el hecho, el hecho irrecusable, la visión, ¿dónde estaba? A su tiempo se sabrá dijo Teodoro, empezando la delicada operación del vendaje . Paciencia.
Cogidos de la mano, con fuego en el corazón, alta la frente y la pupila clavada en lo porvenir, hemos partido muchos para recorrer los campos de la política; a los pocos pasos, ya se ha desprendido uno, a quien el temor o la utilidad han solicitado, más allá otro, más allá otro: al poco tiempo la caravana se ha disuelto, y cada cual corre a refugiarse donde más le conviene. Esta es la vida.
El mal se había concentrado en un ojo, y sobre todo en el párpado, que no podía levantarse sino a medias; de lo que resultaba que la pupila, medio apagada, daba a toda la fisonomía cierto aspecto poco inteligente y vivo, contrastando notablemente el ojo entornado con su compañero, del cual salían llamas, como de una hoguera de sarmientos, al menor motivo de escándalo, y en verdad que los solía encontrar con harta frecuencia.
Tenía Amparo por ojos dos globos, en que el azulado de la córnea, bañado siempre en un líquido puro, hacía resaltar el negror de la ancha pupila, mal velada por cortas y espesas pestañas. En cuanto a los dientes, servidos por un estómago que no conocía la gastralgia, parecían treinta y dos grumos de cuajada leche, graciosísimamente desiguales y algo puntiagudos, como los de un perro cachorro.
Todos los tonos del iris se producen allí, desde el violeta profundo, que arroja su nota con vigor sobre el amarillo transparente, hasta el blanco que hiere la pupila interrumpiendo la serenidad del azul intenso de los cielos.
Grandes sauces se inclinaban, llorosos y desconsolados, hacia el agua, que reproducía el blando columpiar de las ramas trémulas, entre las cuales se veía el disco del sol, y sus rayos, concentrados por aquella especie de cámara obscura, herían la pupila como saetas.
Antes de entrar miré al cielo. Aparecía cubierto por un leve manto de nubes, tan leve, que no conseguía velarlo por entero, semejante a una colcha de encaje con fondo azul. El sol, asomando su ardiente pupila por los agujeros de esta celosía de nubes, era el único curioso que nos observaba. El carruaje marchaba lentamente.
Su sueño fué de una sola pieza, lóbrego y completo, sin sobresaltos ni visiones. Cuando creía que sólo iban transcurridos unos minutos, despertó violentamente, lo mismo que si alguien le empujase. En la sombra se destacaba el vidrio redondo del tragaluz, tenuemente azul, velado por la humedad del rocío marítimo, lo mismo que una pupila lacrimosa. Estaba amaneciendo.
El buen Lesperut, el cariñoso y honrado Lesperut, abre los ojos con esfuerzo, procura dar vigor á su pupila, sonrie expansivamente, y nos ve y nos escucha con un regocijo que nos tiene encantados. ¡Con qué efusion recitaba las cartas que habia recibido de una Isabel, de quien conservaba recuerdos amorosos! ¡Con qué cordialidad hablaba tambien de una doña Gertrudis, ama de un abogado de Salamanca!
Palabra del Dia
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