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Actualizado: 26 de junio de 2025
Tú los viste en la noche tempestuosa Guiados por tu pupila luminosa, Cual por la estrella el navegante audaz, Escalar de los Andes las montañas, Esculpiendo en su cima las hazañas Que realizaron con vigor tenaz.
En uno de ellos el cristal estaba roto con una incisión que laceraba toda la cándida pupila. Carmen no sabía qué pensar de aquel ominoso atentado contra la sagrada imagen. ¡Había dado un tropezón tremendo desde su nube o su barco contra la siniestra sombra hundida en el corredor!...
Así procede el hombre que tiene una planta preciosa a la que quiere dar asilo y alimento, en un suelo nuevo para ella: piensa en la lluvia, en el sol, en todas las influencias con relación a su pupila. Trata de conocer asiduamente todo lo que pudiera serle útil, sea para satisfacer las necesidades de las raíces penetrantes, sea para proteger la hoja y el botón contra la agresión peligrosa.
Según unos, porque el tutor quería seguir con la administración de los bienes, y según otros, porque deseaba para la pupila brillante y completa educación, era cosa resuelta entre aquel caballero y las respetables madres que Susana permaneciese en el convento hasta los diez y ocho años.
Santo Dios de bondad; si así es el material, el visible, ¡cómo será el Empíreo, donde están la Virgen, los ángeles y los santos! Artegui sacudió la cabeza, e inclinándose hacia Lucía, murmuró: ¿Qué le parece a usted del aspecto de esas estrellas? Cualquiera diría que están tristes. ¿No es verdad que su centellear las hace muy semejantes a una pupila que vierte lágrimas?
Púsole a Ramiro la mano en el cuello, y el mancebo sintió la repelente aspereza de aquella piel quemada por los ácidos. El hombre dijo: Nacido bajo el dominio de Saturno, frenético de mando y de gloria. Soberbioso y magnánimo. Capricornio ha labrado este ceño. Levantole después el rostro hacia la luna, y mirándole fijamente la pupila, habló de este modo: ¡Oh! aquí veo la rotura de un aojamiento.
Entonces, entre las miradas de fuera y el pudor interno no se ponía tan gran baluarte de telas como se pone hoy. Abrumadoramente hermosa estaba, y sus ojos negros, que eran, como otra vez he dicho, los primeros ojos del mundo, es decir, los Bonapartes de la mirada humana, conquistaban al punto todo aquello a que dirigían su pupila.
Para esto había que trabajar con ánimo resuelto, rompiendo uno de los más delicados organismos, la córnea; apoderarse del cristalino y echarlo fuera, respetando la hialoides y tratando con la mayor consideración al humor vítreo; ensanchar por medio de un corte las dimensiones de la pupila, y examinar por inducción o por medio de la catóptrica el estado de la cámara posterior.
Según dijeron al joven, tenía rota la espina dorsal, quebrado su esqueleto por varias partes. La cara mostrábase intacta, contraída por un gesto de inmenso dolor. Isidro sólo pudo ver uno de sus ojos, desmesuradamente abierto, que parecía fijar en él la vidriosa pupila.
Me dice demasiado, tía... Tiene una pupila demasiado incandescente para mis gustos... dicho sea con el respeto debido... Venus Ciprea... etc., etc. ¡Bah! ¿Qué sabes tú? Nada hay más engañoso que esos ojos... debías tener experiencia a tu edad... Generalmente, los azules son los peores... Y esa adorable americanita, miss Nicholson... un querubín con tres millones de dote... y esperanzas.
Palabra del Dia
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