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Actualizado: 5 de julio de 2025


Jugaba el General, él hacía la contra, el P. Irene ya tenía su baza; arrastra él con el espadas y ¡puñales! el camote del P. Irene no rinde, no rinde la mala. ¡Que juegue Cristo! El hijo de su madre no se había ido allí á romperse la cabeza inútilmente y á perder su dinero. Si creerá el nene, añadía muy colorado, que los gano de bóbilis bóbilis. ¡Tras de que mis indios ya empiezan á regatear!...

El enfermo se incorporó en su lecho, y con cierta exaltación dijo al prestamista: «Amigo, ¿cree usted que mi tía, la que está en Puerto Rico, ha de dejarme en esta situación cuando se entere? Ya estoy viendo la letra de cuatrocientos ó quinientos pesos que me ha de mandar. Le escribí por el correo pasado. Como no te mande tu tía quinientos puñales pensó Torquemada.

Muy pronto no quedaron más que tres arqueros por banda y los barcos enemigos se acercaron rápidamente, con las cubiertas llenas de una turba horrible que lanzaba gritos de triunfo y blandía sables, hachas, puñales y picas. Acuden como peces al cebo, exclamó el barón. ¡Á ellos, soldados, á ellos! El estandarte aquí, á mi lado, y los escuderos á defenderlo.

Con sus puertas de clavos y sus azoteas, lleno de moros tunecinos y hebreos de barba negra, bebiendo vino de oro en el café, comprando puñales con letras del Corán en la hoja, está, entre bosques de dátiles, el caserío de Túnez, hecho con piedras viejas y lozas rotas de Cartago.

¡Eso, puñales, eso precisamente, eso iba yo á decir,! exclamó el fraile-artillero pegando puñetazos en los brazos de su silla de caña; ¡eso, el puente del Capricho y los hombres de ciencia; eso iba yo á decir, P. Salví, puñales! Ben Zayb se quedó callado, medio sonriendo, bien sea por respeto ó porque realmente no supiese qué replicar, y sin embargo, ¡él era la única cabeza pensante en Filipinas!

Ya que no nos es posible salvar el honor de la familia, ¡puñales!, escondámonos donde nadie nos vea, metámonos en un rincón y vivamos tranquilas, diciéndole al Señor: «Señor, nosotras no fuimos, nosotras no tuvimos culpa de aquella barbaridad, nosotras quisimos que fuera bueno; pero él se juntó con los pícaros... y sacó de su cabeza otras picardías». Conque hija, vente a vivir conmigo y olvídate de tus locuras, y si alguien quiere pleito, que lo siga con el Nuncio de Puerta Cerrada».

La fuerza muscular ha tenido tambien su voto; se han blandido puñales, se han menudeado los garrotazos; la campanilla del presidente ha resonado entre el ruido de voces estentóreas, y de pulmones de bronce. Don Marcelino pertenece al partido derrotado, y ha tenido que salvarse á escape.

La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia a separarlos.

¡Bendita sea! dijo el célebre torero, tirando al suelo y extendiendo la capa, para que sirviese de alfombra a María ; ¡bendita sea esa garganta de cristal, capaz de hacer morir de envidia a todos los ruiseñores del mes de mayo! Y esos ojos añadió otro que hieren a más cristianos que todos los puñales de Albacete. María pasó tan impávida y desdeñosa como siempre.

Ya le parecía que por ventanas y puertas entraba una horda de facinerosos armados de puñales, pistolas, cuerdas y otros instrumentos horribles. Cierra bien. Apaga esa luz. ¿Si se irán á entrar por esa ventana? dijo señalando un tragaluz por donde el gato, que tanto respeto inspiraba al señor de Batilo, entraba con dificultad. Aquel tragaluz daba á un patio perteneciente á la misma casa.

Palabra del Dia

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