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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Don Quijote que enloquece acariciando una ilusión. ¡Corazón, fiel corazón. del gran Rey Alfonso Trece! .................................................. Y ha vivido la paloma de plumaje alabastrino en el fondo de ese pecho que es más fuerte que el destino. Ha cesado la matanza, han callado los cañones, y la voz de las naciones la reclama una vez más con promesas de bonanza. La paloma no se mueve.

Don Juan pensaba: «Todavía no». Cristeta se decía: «¡VeremosLuego hablaron de cómo hizo cada cual el viaje, del tiempo que Cristeta había de estar allí, de cuándo partiría él, hasta que, según costumbre en tales casos, sin saber por dónde, volvieron al eterno dúo en que las promesas de amor se resuelven en suspiros, y se acaban en mimos las frases comenzadas con palabras.

No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para engañarse mintiendo que tenía sobre imperio para olvidarle. Su imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de sus lágrimas.

Pero llegaba la noche sembrada de estrellas, y allá en la plaza de Mina, escuchando los sones armoniosos de la música, favorecidos por la sombra, de nuevo se acercaban para verterse en el oído los dulces secretos de su corazón. Y su amor entonces adquiría un sentimiento de tierna intimidad, venía envuelto en promesas halagadoras que los ponía gozosos y locuaces.

Al quinto día, luego que la casa estuvo dispuesta, don Juan entregó a su representante una llave por si encontraba momento propicio de llevar a Cristeta o de hacer que se resolviese a ir; y envolviendo el ruego en promesas, le suplicó que apurara todos los medios imaginables para que su sobrina le concediese la deseada entrevista.

Soledad, excitada por la comunicación de aquel veneno deleitoso, se enseñó a contestarle en papeles imprudentes a los cuales fiaba anhelos antes ignorados, leyendo mil veces embelesada lo que de palabra era incapaz de tolerar, y dejando otras tantas correr la pluma para hacerle confesiones y promesas que, teniéndole junto a , hubiera la vergüenza sofocado en sus labios.

¿Para qué necesito los rayos de ese sol se dijo, si el fuego que arde dentro de mi alma me calienta y me conforta mejor? ¿Qué vale esa luz efímera, comparada con esta otra que no se oscurecerá jamás? Vivir en la vida de los sentidos es ser un esclavo del tiempo y la necesidad. Todo lo que no pertenezca al ser interior y libre que dentro de he conseguido hallar me es extraño e indiferente. ¡Oh, no! No temblaré ya como un esclavo. Tengo la conciencia de mi libertad. No necesito morir para recobrarla. Este sentimiento de mi libertad me llena de gozo, soy un emancipado y llevo impreso en el alma el sello de mi Dios. Nada de lo que sucede, nada de lo que sucederá puede alterar la paz de mi corazón. El pulso de mi vida interior batirá con la misma fuerza hasta que suene la hora de dejar este mundo. He comido de la carne y he bebido de la sangre del Redentor, y según sus promesas, yo habito en

Para aclarar el misterio, convenía conocer con precisión las relaciones que habían mediado en los últimos tiempos entre la Condesa y el joven, cuáles habían sido las instancias de él, cuáles las promesas de ella.

En vano procuró don Luis de Ágreda su reposición: hiciéronle buenas promesas, pero no obtuvo resultado; y como la pérdida del destino representaba en casa de Pepe una falta de diez y ocho duros a fin de mes, la escasez mal disimulada fue degenerando en franca e irremediable pobreza.

Desde hace dos meses he dejado de ser la novia de Huberto Martholl, me he desligado de las promesas que nos unían... Una palidez mortal se extendió por el rostro de Juan, y todo su cuerpo tembló. ¡Me vuelvo loco! balbuceó. No comprendo... diga, ¡ah! diga... La joven continuó: Es bien sencillo lo que pasó en . Me convencí de que me había equivocado, que nunca había amado a Huberto.

Palabra del Dia

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