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Y lo melancólico es que dice estas inflamadas palabras cuando ya tiene muchos hilos blancos en las barbas proféticas. Este hombre extraño ha recorrido el mundo a pie y cuenta las cosas más desconcertantes. Yo he comido carne de indio guarany; es muy dulzona... Estaba perdido en un bosque del Chaco central. Otra vez, los indígenas me condenaron a muerte y me salvé a lomos de un jaguar.

El joven, asombrado al oirlo, y creyendo que sus frases son proféticas, determina abandonar su casa y viajar por países lejanos, para no ver más á sus padres, y evitar la ocasión de cometer un delito horrible. En el acto segundo encontramos á Julián en las inmediaciones de Ferrara casado con Laurencia, á quien ha libertado de un ataque de salteadores, obteniendo en premio su mano.

No es todo, me responden los ecos, no es todo. Voces fuertes y proféticas se levantan para siempre en nosotros y en toda ruina a la intención de los sabios, parecidas a los himnos de Memnon al Sol! Reinamos en los corazones de los hombres más poderosos; reinamos con despótico imperio sobre todas las almas gigantes. No somos impotentes nosotras, pálidas piedras.

Edgard Quinet, que tan profundamente ha penetrado en las armonías de la historia y la Naturaleza, observa que para preparar el advenimiento de un nuevo tipo humano, de una nueva unidad social, de una personificación nueva de la civilización, suele precederles de lejos un grupo disperso y prematuro, cuyo papel es análogo en la vida de las sociedades al de las especies proféticas de que a propósito de la evolución biológica habla Héer.

¿Y usted, Maltrana, es también de los que le creen judío? Yo no creo nada cuando faltan pruebas y sólo hay inducciones. Pero los que opinan así no se apoyan en el vacío. Aquel hombre extraordinario tenía todos los caracteres del antiguo hebreo: fervor religioso hasta el fanatismo; aficiones proféticas; facilidad de mezclar a Dios en los asuntos de dinero.

Y luego volvían fielmente a su memoria las proféticas palabras de un día lejano: «Demasiado tiempo he vivido fuera de la ley para que pueda esperar ahora volver a ella. Usted no quiere creerlo ahora, y es sincero; pero más tarde lo creerá usted, y será igualmente sincero.

Un rayo cayendo sobre la casa; las palabras proféticas del festín de Baltasar apareciendo en la pared en letras de fuego; el nivel del Sena cambiando de repente y haciendo que el río se precipitase sobre el jardín; el Presidente de la República apareciendo de pronto escoltado por su cuarto militar para bailar en la boda de Herminia; ningún cataclismo, ninguna manifestación divina, ninguna inverosimilitud social, hubieran causado á Clementina un estupor semejante al que sintió.

Muchas y muchas veces desde entonces he recordado esas extrañas palabras proféticas que pronunció sentado en mi mesa, cuando no era más que un pobre vagabundo de los caminos, muerto de frío, hambriento, sucio, mal vestido y exhausto, pero que abrigaba la firme creencia, por absurdo que parezca, de que antes de mucho tiempo poseería millones. Recuerdo bien cómo me sonreí al oír su vaga afirmación.

Cierta mañana, después de haber pasado una terrible noche de insomnio, noche de fiebre y terror en que de todos los rincones de la estancia acudieron flotando grandes figuras sombrías a incitarle a proseguir en su obra de regeneración; en que escuchó voces proféticas que le anunciaron gloria inmortal, se arrojó violentamente del lecho dispuesto a todo. ¡A todo!