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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La muchacha, en su anhelo de ver las Cortes, no se cuidaba de la pérdida de sus compañeras. Suban ustedes a la tribuna pública dijo D. Paco y aguárdenme allí, que voy a preguntar a los porteros. Presentación se aferró a mi brazo, y lejos de hacer peso en él, parecía que me impulsaba y aligeraba, según era su impaciencia y afán de subir pronto.
Rompió sus relaciones con la gallega del boulevar, sintiendo un dulce descanso al no tener que comparar sus recuerdos de la juventud con aquella pasión mercenaria en la que terminaban los arrebatos de amor con la presentación de alguna cuenta que había que pagar a la mañana siguiente.
No se apure, señora exclamó éste haciendo de tripas corazón, esforzándose por sonreír. ¿No puede ser? Lo siento muchísimo; pero lo mismo Carlota que yo sabremos tener calma y esperar con paciencia. D.ª Carolina se llevó el pañuelo a los ojos como si quisiera llorar. ¿Qué es eso? ¿No hay boda? preguntó Presentación; y, levantándose con ademán desabrido, añadió: ¡Bah, bah!
Presentación se ruborizó levemente con estas palabras y dirigió una mirada rápida hacia el rincón, tropezando sus ojos vivarachos con los suaves y místicos de Llot, que estuvieron posados buen rato sobre ella.
Presentación se volvió hacia ellos con ademán tan vivo, expresando tal furor en su movible fisonomía, que lo mismo Mario que su dulce compañera quedaron sorprendidos y levantaron los ojos para saber cuál era la causa. Un joven pálido, de pómulos salientes, nariz remangada y ojos claros, pero no serenos, se acercaba en aquel momento a la mesa con la cabeza descubierta.
Atención, señores. El del Barandal del cielo dijo Asunción, respirando con alegría. El de los Santos pechos dijo Presentación. Vamos, no se haga usted de rogar. Pues voy a echarles una canción que me enseñaron los franceses. No, nada de franceses. Si es muy bonita, aunque a decir verdad, yo no la entiendo.
Y, como en aquel momento se diese cuenta de mi presencia, me dijo estrechándome la mano: La Vizcondesa deseaba conocer a usted y me había pedido que se la presentase. Nada hay para mí tan empalagoso como una presentación; pero comprendía que ésta daba a Cecilia tiempo para bailar su contradanza, y me regocijó la idea de empezar mis relaciones con ella por un sacrificio. Lo era y no flojo.
El preceptor, abandonado de los ágiles brazos de su pareja, cayó al suelo, pidiendo al cielo justicia; la muchacha le enredó una flor entre las blancas guedejas de su peluca de ala de pichón, y dijo así: Toma, amor mío, esta flor en memoria de lo que te quiero. Quiso levantarse, y empujado por Asunción, cayó al suelo. Quiso tirar de él Presentación y quedose con un pedazo de solapa en la mano.
D.ª Carolina adoptó inmediatamente un continente grave, protector, de una importancia tal que el violinista comprendió que su vida estaba en manos de aquella señora. Largo rato estuvo pensativa. Luego manifestó que por ella todo quedaría arreglado en seguida. ¡Ah, por ella no había dificultad alguna! Desgraciadamente era necesario consultar otras voluntades: primero la de Presentación...
Pasó entre las mujeres, sin reparar en sus movimientos de curiosidad, satisfecha de las ojeadas y del susurro de sus palabras, como si todo esto fuese un homenaje natural que debía acompañar su presentación en todas partes. El traje de una elegancia exótica y el enorme sombrero destacábanse con realce chillón sobre la masa obscura de los tocados femeniles.
Palabra del Dia
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