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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Andrés habló de un perro de caza muy hermoso que le habían robado en Madrid. A Rosa le gustaban mucho los perros, pero no los quería en casa porque su padre, cuando eran viejos y no servían, los colgaba de una cuerda y los mataba a palos. ¿Y por qué los mata de ese modo? preguntaba Andrés. Para aprovechar el pellejo: todos hacen lo mismo respondió ella. ¡Qué corazón tienen los hombres!

Tapado le tenía cuando daba audiencia como gobernadora del reino, hallándose ausente su hermano Don Felipe II. A veces como dudase alguien de que hablaba con ella, se descubría con rapidez, preguntaba si era la princesa Doña Juana, y no bien contestaban que , volvía a taparse.

Miguel le preguntaba por señas: ella sonreía sin contestar. Entonces el joven se hizo el enojado y evitó a su vez el encontrarse con ella. Maximina comenzó a echarle miradas tristes y tímidas, que observaba riendo interiormente. Al fin, una noche por propia iniciativa, aquélla vino a sentarse a su lado.

Se trataba, verbigracia, de salir un día a visitas, o de comprarse un vestido, doña Paula preguntaba a su hija con solicitud: ¿Qué te parece, Cecilia? Me parece bien contestaba ésta. Te parece bien, ¿de veras? decía la madre mirándola fijamente a los ojos. , mamá, me parece bien. Doña Paula siempre quedaba en duda de si en realidad le placía o le disgustaba el vestido o lo que fuese.

Somoza llegó a las ocho. ¿Qué es? ¿qué tiene? ¿hay gravedad? Don Víctor con las manos cruzadas, apretadas, convulso, preguntaba estas cosas delante de la enferma, que aunque aletargada, oía. El médico no contestó. Recetó y salió al gabinete. ¿Qué hay? ¿qué hay? repetía allí Quintanar con voz trémula y muy bajo ... ¿Qué hay? Don Robustiano le miró con desprecio, con odio y con indignación...

Pero Rubín se puso a hablar con Feijoo, que le preguntaba por aquel inexplicable casamiento de su hermano con una mujer maleada. Don Basilio pegó la hebra con los curas de tropa y con Nicolás Rubín. En aquel círculo le hacían más caso que en el suyo, y se despachaba más a su gusto.

Marieta, la doncella, nos abrió la puerta, y cambió un mirada con la abuela, que me asombró. Pareció que la abuela le preguntaba: ¿Hay alguien con la señora? Y que Marieta había respondido: . Mientras subía la escalera, me sentí oprimida y rara. Francisca me empujó con el codo y me dijo: Esto huele a misterio, ¿eh?...

En el comedor continuaba la bulla; pero los ánimos estaban más serenos. «Ahora dijo la mamá , han pegado la hebra con la política. Dice Samaniego que hasta que no corten doscientas o trescientas cabezas; no habrá paz. El marqués no está por el derramamiento de sangre, y Estupiñá le preguntaba por qué no había aceptado la diputación que le ofrecieron...

«¿Por qué autor estudian ustedes legislación allá? preguntaba el grave doctor Jigena a un joven de Buenos Aires . Por Bentham. ¿Por quién dice usted? ¿Por Benthancito? señalando con el dedo el tamaño del volumen en dozavo en que anda la edición de Bentham . ¡Ja, ja, ja!... ¡Por Benthancito! En un escrito mío hay más doctrina que en esos mamotretos. ¡Qué Universidad y qué doctorzuelos!

no lo haces con mala intención, bien lo , pues en nuestra familia no se conoce la maldad; pero de todos modos eso no conviene. Tengo casi doce años más que , eres todavía una chiquilla, o poco menos... ¿Tengo razón? Tienes razón... respondí humildemente. Y me preguntaba aparte lo que se había hecho mi altivez. ¿Por qué, pues, procedías así? Porque quería agradarte.

Palabra del Dia

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