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Actualizado: 11 de mayo de 2025
El joven de Pleyel no se cansaba de oir la nueva lengua en que se expresaban los vendedores de los puestos ambulantes y los grupos de gentes del pueblo. ¿Pero has oído en tu vida cosa semejante? preguntaba á su compañero. Lo raro es que no se les haya ocurrido aprender el inglés y hablar como Dios manda, ahora que su tierra pertenece á la corona de Inglaterra.
El empleado preguntaba al Machaco, y éste contestó, sonriendo con sencillez infantil: Con ésta veintitrés. -Te han traído por un portamonedas de señora, ¿verdad?... Le darías tirón y echarías a correr. No, señor dijo el Machaco poniéndose serio . Lo saqué de dentro del bolsillo. Yo ya no hago esas cosas.
Algunas personas decían que Marner debía haber tenido un «ataque», palabra que parecía explicar cosas de otro modo increíbles; pero el señor Macey, gran argumentador y chantre de la parroquia, sacudía la cabeza con incredulidad, y preguntaba si se había visto nunca a nadie perder sus facultades sin que rodara al suelo.
¿No duerme nada la señorita? preguntaba Julián al médico. A ratos, entre dolor y dolor.... Precisamente me gusta a mí bien poco ese sopor en que cae. Esto no adelanta ni se gradúa, y lo peor es que pierde fuerzas. Cada vez se me pone más débil.
Cecilia le respondió fríamente con las menos palabras posibles. ¡Pobre Gonzalo! ¡Si supiese que aquella mujer traidora por quien preguntaba, lejos de estar arrepentida, se revolvía con furia contra su familia, cubriéndolos a todos de dicterios, amenazándoles con entregarse al primer hombre en cuanto saliese de la prisión, escandalizando con su soberbia y lenguaje procaz a la superiora del convento!
Siendo su amigo y penitente se podía tener la seguridad de no ir al otro mundo desprovisto de buenas recomendaciones. Lo que no sabemos es el caso que Dios hacía de ellas, si escribía encima de las memorias con lápiz azul, como los ministros, "hágase", o si preguntaba al padre Ortega, como la señora del cuento: "¿Y a usted quién le presenta?"
Lo prometí, pues, pero no me atreví a cumplir mi promesa. »Una o dos veces me encontré a solas con el Duque, que me preguntaba: »¿Vas comprendiendo la lengua alemana? »Acordábame entonces que mi tío no comprendía una palabra de ella; esta convicción me daba un gran valor, y contestaba brevemente y en tono resuelto: »Sí, mi querido tío; la comprendo perfectamente.
Poldy le veía siempre solo y como no entendía su lenguaje, no le preguntaba si era casado, como en España solemos preguntar a los loros, que responden a la pregunta. Era también un misterio para Poldy el lugar donde anidaba la cigüeña. La veía a orillas de la laguna.
Pues, despues que estuvieron algunos dias á las orillas de aquel rio, se mudaron á otro parage, siempre buscando las aguadas para sí y sus animales, y caza con que mantenerse en lagunas ó arroyuelos; que nunca volvieron á encontrar mas rio, y fueron muchas las mudadas que hicieron los indios de sus toldos: pero como se reconocia que se acercaban á las campañas de Buenos Aires, y como ninguno de los indios se metia con él para hacerle daño, se mantuvo entre ellos, y solo les preguntaba la distancia que habria hasta la costa del mar: y unas veces le parecia que estaria como 6 ú 8 ó 10 leguas, y otras se dejaba ver desde lo alto de algun cerro.
La duquesa de Bara habíale ya avisado con su doncella que le estaba aguardando, para ir juntas al palacio Basilewsky, y Currita, nerviosa e impaciente, preguntaba sin cesar a Kate si el señor marqués no había vuelto. No, señora respondió la doncella. Pero ¿a qué hora salió?... ¿Cómo ha madrugado tanto? Si no ha salido... ¿Pues cómo es eso? Porque desde anoche no ha vuelto. ¡Ya! exclamó Currita.
Palabra del Dia
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