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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Para cargarse de familia, para vivir esclava, para sufrir a un hombre sin educación. No en sus días. ¿Y si te deja plantada Raimundo? preguntaba Amparo nombrando al galán de su amiga, como lo hacía esta, por el nombre de pila. ¡Qué ha de dejar, mujer... qué ha de dejar! ¡Diez años de relaciones! Y luego, aquel señorío de estar tanto tiempo con un chico fino, eso no me lo quita nadie.
En su casa, á solas con Antonieta, presentía la existencia de invisibles fantasmas que le espiaban, que tomaban nota de sus acciones, que á cada arranque de pasión parecían interponerse entre su mujer y él. ¿Por qué estás siempre leyendo? preguntaba á veces la joven. ¡Ay, esos libros! ¡Con qué gusto los quemaría!
En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas, hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las piernas, don José, que a cada minuto preguntaba: ¿No vienen? ¿No les veis? Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor.
Pero ya miss Harvey se había aproximado á Jenny Hawkins y cogiéndole la mano preguntaba: ¿Qué tiene usted, señora, está usted enferma? ¡Nada! balbuceó la cantante... ¡Nada!
Entre tanto el novio estudia en Estrasburgo, y acaso hace la córte á otra desgraciada. ¡Qué corazones hay en el mundo! ¿Qué hace esa mujer? Nos preguntaba la lechera. ¿Cómo vuelve á la casa que ella abandonó? ¿Cómo vuelve al pueblo que ella escandalizó con su locura? ¿Cómo escribe á sus padres, á quienes ha causado tanta afrenta y tanto dolor?
De pronto, en la calma de la tarde, oímos voces. Eran Ryp y van Stein. ¿No se ve a nadie? preguntaba Ryp. A nadie. Habrán atravesado el río, quizá. Y, después de todo, ¿qué nos importa por ellos? dijo van Stein. ¡Qué nos importal replicó el otro . A mí no me chocaría nada que el moreno sepa dónde está el tesoro.
Le dije que la derrota de mi barco era tan larga, que tendría que estar dos o tres años sin venir a Lúzaro y sin ver a Mary. No me gustaba dejar a la muchacha sola, y a ella, que era su amiga, le pedía consejo, le preguntaba qué debía hacer. Quenoveva me escuchó con gran atención para no perder palabra.
22 Y David dejó de sobre sí la carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al escuadrón; y cuando llegó, preguntaba por sus hermanos, si estaban buenos. 24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre, huían delante de él, y tenían gran temor. 25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto a aquel varón que sube? El sube para deshonrar a Israel.
Salvador preguntaba a todo el mundo, y como el pobre enfermo era bastante conocido en Pamplona, no tardó en tener noticias del rumbo que había tomado. En compañía del Padre Zorraquín, que se le unió desde que tuvo noticia del suceso, recorrió inmediatamente todo el arrabal de la Rochapea.
Cuando, ya cerca de la noche, mientras subían cuestas que el ganado tomaba al paso, el nuevo Presidente de Sala le preguntaba si era él por su ventura el primer hombre a quien había querido, Ana inclinaba la cabeza y decía con una melancolía que le sonaba al marido a voluptuoso abandono: Sí, sí, el primero, el único. «No le amaba, no; pero procuraría amarle». Cerró la noche.
Palabra del Dia
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