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Actualizado: 20 de mayo de 2025
16 En mi primera defensa ninguno me ayudó, antes me desampararon todos; no les sea imputado. 17 Mas el Señor me ayudó, y me esforzó para que por mí fuese cumplida la predicación, y todos los gentiles oyesen; y fui librado de la boca del león. Amén. 19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. 20 Erasto se quedó en Corinto; y a Trófimo dejé enfermo en Mileto.
Desvanecida, pues, esta misión con incomparable dolor de todos los buenos, fué destinado á llevar la luz del Evangelio á los Chiraguanás, y abrir camino en otras provincias á tantos hermanos suyos, que conducidos de su mismo espíritu y celo habían de seguirle, para sembrar en ellas la semilla de la predicación evangélica, los cuales, para hacerla más fecunda, la habían de regar, no sólo con sus sudores, sino también con su sangre.
Parecía, pues, que la discordia entre el instinto de rebelión del Príncipe y la predicación de la paz por la Condesa había precedido al desengaño fundamental; pero en el momento de reconocer la inutilidad de sus propios esfuerzos, ¿no debía haber ella sospechado que aquel hombre no había sido sincero al asegurarla que por su amor había vuelto a creer? ¿Y semejante sospecha no debía herirla, no solamente en sus creencias, sino aun en sus esperanzas?
Entonces se consagró por entero a las necesidades de su estado: las misas, bautizos, bodas, confesiones y entierros; la predicación, y el tomar parte a veces en los juegos de sus feligreses, fueron sus principales ocupaciones. Los pocos libros que llevó a su retiro acabaron por servir de peana a una imagen encerrada en una urna: el estudio se le hizo enojoso.
Dignos por cierto de aquél premio, que tiene Dios destinado para los que á costa de afanes, fatigas y sudores, hicieron adorar su nombre en los últimos términos del mundo, como lo dejó escrito Isaías y lo explicó San Pablo, que fué el mas fiel testigo de la predicación del Evangelio.
Y ciertamente el no acobardarse con los peligros, el no volver las espaldas á tantos trabajos, el no retirarse y no dejar una vida en que á cada paso se encuentra con la muerte, pereciendo aquí de hambre, perdiéndose allí por los bosques, ahora andando entre flechas y macanas, ahora enmedio de pueblos furiosos, es virtud difícil de hallarse, y con todo eso esta virtud es necesaria siempre á quien emprende en países remotos y entre gente bárbara el oficio de la predicación Apostólica.
Es verdad que tiene una cosa de bueno esta gente, que aunque uno pronuncie mal y hable peor, luego al punto le entienden.» Esta es la carta de aquel misionero y esta es la dificultad más ardua, pero la más necesaria de vencer en quien emprende el oficio de la predicación apostólica de esta provincia.
Llegado á Buenos Aires á 8 de Abril del año siguiente de 712 y esperando allí algunos pocos meses las embarcaciones de las doctrinas, pasó en ellas, con otros cuatro de sus conmisioneros, por orden del P. Visitador, Antonio Garriga, á las Misiones de los Guaranís, no sin dolor y sentimiento de sus novicios, que deseaban gozarle por más largo tiempo y tener á la vista un ejemplar perfecto de Jesuita indiano, para copiar en sí aquellas tan grandes y tan excelentes virtudes que son necesarias á quien en país tan extraño y entre gente tan bárbara, por naturaleza y por los vicios, debe ejercitar el oficio de la predicación Apostólica.
Nótase ademas en los jóvenes escritores y oradores cierta manía de teologizar todas las cuestiones, dándose á disputas religiosas en que nadie puede ser convencido, y haciéndole tomar un giro bíblico á toda predicacion política ó histórica, en vez de servirse de la análisis, estudiando atentamente los hechos sociales.
Saliéronle al encuentro los Paunacas, con señales de grande fiesta y amor, á que no pudo corresponder el santo varón sino con un semblante alegre y risueño, porque ni ellos entendían su lengua ni el Padre la de ellos, ni tenían intérprete por cuyo medio se pudiesen declarar: y así fué preciso trabajar más con las manos en obras de caridad, que con la lengua en la predicación; no obstante todo eso, por señas, y con tal cual palabra que entendieron, les explicó el fin de su venida; pero el enemigo infernal, por no llevar también aquí la peor parte, persuadió al pueblo despachasen los niños á otro lugar, para que el Padre Lucas no se los sacase de sus garras, reengendrándolos al cielo con el santo bautismo; por lo cual, con increíble dolor del santo varón, por no poder recoger allí el mejor y más seguro fruto de su Misión, quiso vengarse levantando una gran cruz delante de un templo del demonio, en lo cual trabajó no poco, porque se le opusieron obstinadamente aquellos bárbaros, y faltó poco para que no pusiesen en él las manos; pero el siervo de Dios, que nada deseaba más que ser muerto por Cristo, no desistió de su empeño, antes á su vista hizo pedazos pisó algunas figuras y retratos del demonio, con no poco horror de los gentiles, temiendo cayese sobre todos una tempestad de rayos y saetas.
Palabra del Dia
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