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Actualizado: 4 de junio de 2025


34 Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: En verdad hallo que Dios no hace acepción de personas; 35 sino que en cualquier nación el que le teme y obra justicia, es acepto a él. 37 Vosotros sabéis de la palabra que ha sido hecha por toda Judea; que comenzando desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó;

¡Pues precisamente! replicó Beatriz . Fue a nuestro palco a ver a Elisa cuando ya nosotros nos habíamos ido, y aquélla le predicó un sermón sin paño. ¡Qué atractiva personita! Mas Pedro echa la culpa de sus calaveradas a grandes disgustos que ha tenido... ¿Qué grandes disgustos han sido ésos?... ¿Tienes alguna idea?

El dia de la Concepcion de nuestra Señora predicó en la catedral contra la inmunidad de la culpa original, tan desembozadamente, que el cabildo y auditorio quedaron escandalizados de su atrevimiento. Alborotóse el concurso, dió cuenta el cabildo á su prelado, y el obispo reprendió públicamente con aspereza al predicador prometiendo que no volveria á oirse su voz en la iglesia.

-Mira, Teresa -respondió Sancho-, y escucha lo que agora quiero decirte; quizá no lo habrás oído en todos los días de tu vida, y yo agora no hablo de mío; que todo lo que pienso decir son sentencias del padre predicador que la Cuaresma pasada predicó en este pueblo, el cual, si mal no me acuerdo, dijo que todas las cosas presentes que los ojos están mirando se presentan, están y asisten en nuestra memoria mucho mejor y con más vehemencia que las cosas pasadas.

Orgulloso el arcediano con el fruto de sus razonamientos, i viendo lo sobre que andaban las gentes plebeyas con la impunidad del suceso pasado, es fama que el domingo 9 de Julio del mismo año de 1391 predicó nuevamente contra los judíos pintando su avaricia con los mas vivos colores, i levantando á las nubes los daños que amenazaban á los cristianos con tolerar que estos enemigos del nombre de Cristo viviesen con toda libertad en su lei dentro de las ciudades de Castilla.

Creía haber encontrado una frase: «¡Pero eso es un cómico!». El Magistral no era cómico, ni trágico, ni épico. «No le gustaba sacar el Cristo». En general prescindía en sus sermones de la epopeya cristiana y pocas veces predicó en la Semana de Pasión. «Rehuía los lugares comunes», según don Saturnino Bermúdez.

Ellis, que puesto que se hace predicar á Dimmesdale el sermón de la elección el año en que falleció el Gobernador Winthrop, es claro que Dimmesdale personifica también al Reverendo Tomás Cobbett, vecino de Lynn, que fué realmente quien predicó dicho sermón en el referido año; y agregó que deseaba defender su memoria de cualquier sospecha que pudiesen abrigar los que, como él, hubieran creído que Dimmesdale era simplemente una máscara bajo la cual se ocultaba Cobbett, el verdadero predicador de aquella época.

Y si por acaso te maravilla que siendo yo quien soy me entre con tanta frescura por terrenos tan peligrosos, has de tener en cuenta que, aunque novelista parezco, soy sólo misionero, y así como en otros tiempos subía un fraile sobre una mesa en cualquier plaza pública y predicaba desde allí rudas verdades a los distraídos que no iban al templo, hablándoles, para que bien lo entendieran, su mismo grosero lenguaje, así también armo yo mi tinglado en las páginas de una novela, y desde allí predico a los que de otro modo no habían de escucharme, y les digo en su propia lengua verdades claras y necesarias que no podrían jamás pronunciarse bajo las bóvedas de un templo.

La santa no hizo más que mirar á Clara con cierta perplejidad; y contra lo que sus parientes esperaban, no citó ningún texto latino, ni predicó ningún sermón sobre la inconveniencia é irreligiosidad de que entraran por los tejados los militares buenos mozos, altos y de buen porte. Clara, á pesar de su inocencia, se quedó aterrada como una culpable.

Viendo Izú el trance tan peligroso en que estaban las cosas, se puso en medio de sus paisanos, y pudo tanto con la eficacia de sus palabras, y mucho más con la gracia de Dios, que interiormente labraba en aquellos corazones bárbaros é inhumanos, que detuvo sus furias y apagó todo el odio; después, aunque muy nuevo en la fe, habló tanto de Dios y predicó de su santa ley, que aquellos bárbaros, así como estaban con las manos llenas de saetas envenenadas, se fueron llegando uno á uno al P. Lucas, y puestos de rodillas, con humilde reverencia, besaron las llagas del Santo Cristo.

Palabra del Dia

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