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No obstante, les predicó el santo varón la fe de Cristo con tanto fervor y espíritu, que si él no pudo luego reducirlos, viniendo poco después otro Misionero sacó de ellos fruto muy copioso. Y aunque el apostólico Padre se hacía tan cruda guerra á mismo, siempre le parecía todo poco por el ansia de padecer siempre más y más.

Predicó este día el Sermón, muy igual a su espíritu, eficacia y doctrina el Reverendísimo Padre Fray Antonio Barceló, Calificador del Santo Oficio, Examinador Sinodal y Provincial de San Francisco de Asís, en la Provincia, que tiene su Religión en estas Islas.

7 Vosotros corríais bien, ¿quién os embarazó para no obedecer a la verdad? 8 Esta persuasión no es de aquel que os llama. 9 Un poco de levadura leuda toda la masa. 10 Yo confío de vosotros en el Señor, que ninguna otra cosa sentiréis; mas el que os inquieta, llevará el juicio, quienquiera que él sea. 11 Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía?

Completamente abatido, con una sensación de frío, como el que despierta de una pesadilla, acompañó al médico, y partieron juntos. El día siguiente, domingo, predicó sin embargo un sermón que se consideró el mejor, el más vigoroso y más lleno de unción celeste que hasta entonces hubieran pronunciado sus labios.

En vida tan apacible llegó, para doña Luz y para sus compañeros de tertulia, la primavera de 1861. Durante la Cuaresma, el P. Enrique predicó varias veces, con mediano éxito, no sobrepujando la fama de los otros predicadores con quienes alternaba. El número de los fervientes admiradores del padre apenas se aumentaba con alguien que no fuese de la intimidad de D. Acisclo.

Caragòl predicó moral al hijo de Ferragut; una moral á su modo, interrumpida por frecuentes caricias al vaso. Estevet, hijo mío, respeta mucho á tu padre. Imítale como marino. bueno y justiciero con los hombres que mandes... pero ¡huye de las mujeres! ¡Las mujeres!... No había tema mejor para su elocuencia de ebrio piadoso. El mundo le infundía lástima.

Tanto y tanto le predicó, que al cabo el pobre muchacho hizo propósito de ir; y al día siguiente, en un rato que le dejó libre la botica, tomó el camino de la calle de Tabernillas, más muerto que vivo, pensando en lo que diría y lo que callaría, con la penita muy acentuada en la boca del estómago, lo mismo que cuando iba a examinarse.

Esto le obligó á que trepase por los árboles para poder llegar á sus albergues y cavernas, donde los recogió y predicó la fe y administró á los niños el santo bautismo; y porque con la falta de lluvias se les perdían irreparablemente los sembrados, se echó á sus piés aquella pobre gente y más con lágrimas que con palabras, le pidieron que si tanto podían con el Dios que predicaba sus súplicas, les alcanzase nuevo remedio en aquella necesidad.

Sucedió esto mientras se leían las sentencias y después que el Reverendísimo Padre Presentado el Padre Fray Antonio Pons, Calificador del Santo Oficio, Examinador Sinodal y Prior de su Religiosísimo Convento de Predicadores, predicó un Sermón, que merecía la imprenta, si su mucha humildad no le negara a la luz.

Por eso no le predico a ésta las ventajas de tal o cual camino para ir a donde nosotras vamos: lo mejor es dejar a cada cual que marche por donde más llano lo vea. Estamos conformes dijo Leticia con gran formalidad, probablemente forzada . Pero sea o no caso de risa lo del cuadro que pintabas, es lo cierto que tanto puedes recargarle de color, que llegue ésta a mirarle con miedo.